De padres y blogs

Hace casi siete años que escribo un blog y en estos años la vida me ha cambiado y se ha vuelto del revés. Y no solo por la maternidad. Que también.

Gracias al blog, que empecé intentando cerrar mi cuenta de Facebook (larga historia de mi torpeza…), caí de bruces en un mundo apasionante en el que redescubrí el amor por las letras, ese amor que la rutina y el trabajo rápido y desapasionado me habían hecho olvidar en los últimos años. Pero sobre todo, me permitió ir conectando puntos, como esos pasatiempos en los que formas la figura del elefante uniendo números.

Yo empecé a trazar líneas, o el blog lo hizo por mí, y así en mi vida empezaron a entrar personas maravillosas que ampliaron el dibujo del elefante inicial a algo muchísimo mayor y más bonito (con todos mis respetos para el elefante), a una constelación repleta de voces distintas y con diferentes matices. Nuevos puntos de vista, nuevas formas de ver las cosas, o incluso las mismas de siempre, pero repetidas de manera que ya no te sientes tan bicho raro. Nuevas visiones sobre la paternidad, ese océano inmenso y lleno de náufragos donde muy pocos tienen acceso a mapas, esos que ni siquiera creo que existan.

Compañía, trabajo, filias, fobias, broncas descomunales, complicidades anónimas, pactos de caballeros, risas enlatadas, silencios evidentes… ¿Cómo resumir en un editorial lo que la blogosfera ha supuesto para mí?

Pues aunque es casi imposible, creo que lo principal, sin duda, son las personas. Todas las personas a las que llegas, y que llegan a ti gracias a palabras e imágenes, a experiencias y comentarios sobre lo que te pasa por la cabeza y lo que te preocupa. Personas que te completan desde la distancia de un like, que te hacen sentir acompañado, comentario a comentario.

Y es que puedo afirmar con mucho orgullo que mi biografía vital está llena de padres y blogs. Y soy inmensamente feliz.

[Editorial para el nº 1 de nuestra querida y esperada Madresfera Magazine. Suscribíos. Anda]

Vacaciones de verano: ¿copazo o prozac?

Malabarismos vacacionales
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Tener criaturas te cambia para bien o para mal. Todo. Desde el ancho de los tobillos, pasando por la talla de sujetador, hasta tus más arraigadas costumbres, como esa en la que dormías ocho horas, por decir algo, vamos, no por nada en especial

Y si hay algo que cambia, no, corrijo, que aniquila a lo que antes sucedía para convertirlo en otra cosa totalmente distinta, ese algo son LAS VACACIONES.

Y es que ahora, dejando de lado el tema presupuestario, que también, la verdadera y genuina duda en el asunto vacacional no es si playa o montaña, no. Ahora la cuestión fundamental pasa a ser…¿copazo o prozac?

Amigos, las vacaciones ahora son una caca.

Y no es que me queje por tenerlas, al contrario, vamos, con lo que cuesta hoy en días llegar hasta ellas, me salvan la vida, me oxigenan, me devuelven la poca cordura que puede contener mi cabeza… Vamos, que yo feliz y ojalá pudiera disfrutarlas más tiempo.

Pero oigan, ¡que esto no son vacaciones! Vacaciones eras esas en las que metías unas bragas en la bolsa, el bikini, un vestido ajustadico, los libros del verano (ohhhh, sí, entonces leía!) y cuatro cosas más y te largabas a la aventura, a la buena vida, a las comilonas en un chiringuito y a un siestón de cuidado, o a lo que cayese con la pareja… Esos días despreocupados en los que no viajabas siempre con la impresión de haber olvidado algo aún llevando el coche más cargado que los de «malacatones» robados de mi barrio. En los que, cuando éramos dos, nos daba igual el plan porque hiciéramos lo que hiciéramos íbamos a estar tan pichis… En los que te dabas el lujo de darte un paseo por la playa sin preocuparte de a tus criaturas les daba el sol demasiado en las orejas, de si se comían la arena con fruición, o de si se extraviaban entre la marabunta playera… En los que simplemente, te relajabas. Sin más. Ni menos…

Esto es otra cosa… Y no, no me vale la alegría inconmesurable de verles por las mañanas, por las tardes y por las noches. Son mis retoños y les quiero todo el año. Pero ¿dónde han quedado esos días de relax prometidos, esperados, soñados….? ¿Acaso los padres del mundo, con tiernas criaturas babeantes no nos merecemos un descanso? Y por qué, si esto va a ser así, ¿no me desgravan en Hacienda?? No sé, más de uno nos lo tomaríamos de otra forma si así fuera. Al menos, nuestro quiero y no puedo vacacional sería menos frustrante…

Puede que el truco para no frustrarse, tanto, sea darse cuenta de que ya no son MIS vacaciones, igual que ya no tengo MI baño para mí sola, o que ya ni siquiera soy yo misma para muchos, sino la madre de… ¿Será que ahora son las vacaciones DE MIS HIJOS y hasta que no lleguen a la pre-adolescencia y prefieran ponerse los cascos para escuchar música mientras cenamos antes que hablar con sus padres y prefieran irse de campamento con sus colegas no volveré a tener a vacaciones para Mí otra vez? ¿Es eso? ¿O será que no deberían llamarse vacaciones sino meses-en-los-que-tus-hijos-se-lo-pasan-pipa-y-rellenan-las-primeras-hojas-de-sus-cuadernillos-de Vacaciones-Santillana-mientras-tú-lloras-por-las-esquinas-y-te-das-a-la- bebida?

Me dirán que exagero. Tal vez sí.

Pues ya se lo contaré…

De blogs, yogures y conferencias

Este es el texto íntegro de mi aportación dentro de la Jornada Niños sanos: claves educativas, alimentarias y deportivas para combatir la obesidad infantil organizada por El Mundo, Marca y Yo Dona.

Cuando me invitaron a esta jornada, lo primero que me vino a la cabeza fue mi propia experiencia como madre primeriza y el papel que tuvieron los blogs en aquel momento.

Cuando te conviertes en madre por primera vez, ya puedes tener dos carreras y hablar ocho idiomas, ser la persona más erudita del mundo (ojo, no es mi caso) que te conviertes en un ser unineuronal (ojo, ese sí es mi caso).

Lo suyo, y lo recomendable siempre, es que consultes con tu pediatra o la enfermera, pero la realidad es que el contacto y el trato entre madres y pediatras no es tan fluido como debiera, y entre que vamos a las revisiones cada seis meses, o incluso cada año, y que cuando vas al pediatra te quedas en blanco, no sé si soy la única pero a mí me pasa, al final sales de la consulta sin haber preguntado cosas que pueden parecer banales como cuándo le das al niño su primer yogur o si es mejor darle uno de marca Día o de esos supercaros que te venden como yogur adaptado y fenomenal megaenriquecido y supervitaminado, cosas banales pero que te pueden tener en vilo, sobre todo cuando eres primeriza.

Yo no podía acudir a mi madre, porque no la tenía conmigo, pero aunque hubiera podido, los métodos de crianza han cambiado tanto de una generación a otra, que sinceramente no nos sirven como referente. Antes se ponía a dormir a los niños boca abajo, ahora te amenazan con la muerte súbita del lactante, antes se daba anís a los niños, ahora si te pillan te quitan la custodia, y así miles y miles de ejemplos…

Tus amigos con niños están igual o peor que tú, y tienes una reducida ventana temporal para llamarles que, en la mayoría de las ocasiones no coincide con las tuyas.

Los que no tienen niños te repudiarán y apedrearán a muerte si les empiezas a contar tus desventuras con tu hijo y el yogur en vez de comentar lo mal que lo lleva Alonso con el kers o los adelantamientos en el pit lane o a quién echaron el otro día en el programa del Bisbal (con cariño, amigos sin niños)

Así que la realidad es que lo que tienes más a mano y sin miedo a reproches es Internet. El primer sitio en el que solemos caer es en los foros de maternidad. Los foros tienen su parte muy positiva ya que permiten a todo el mundo opinar y hacerse oír. Pero esto que puede ser muy positivo a mí me resultó bastante negativo, porque hay opiniones de todo tipo y de lo más variopinto: desde la madre que le da yogur al niño nada más nacer, la que lo hace con su propia leche, y la que no se lo da nunca porque opina que es extremadamente cancerígeno. Con lo cual sales del foro mucho más confusa de lo que había entrado y con muchas ganas de llorar. Tanto follón por un @*!!$ yogur!!!!

La siguiente parada, en mi caso, fueron los blogs, donde por suerte encontré a padres y madres en mis mismas circunstancias, algunos tanto o más perdidos que yo, otros que ya habían pasado por ellas y lo relataban sin pudor y mucho humor y otros muchos que estaban a punto de pasarlo, que se veía venir, y con los cuales me gustaba mucho conversar, porque al final lo que se genera es la blogosfera, y lo que yo necesitaba en aquellos momentos, es una buena conversación, alguien que estuviera en el mismo fregao que yo y que me entiendiera.

Para empezar mi participación sobre la importancia de los blogs hoy en día me gustaría contaros el caso de Martha Payne y su blog Neverseconds. Martha es una niña escocesa de tan solo 9 años que un buen día decidió abrir un blog y subir cada día una foto de lo que le ponían en el comedor de su escuela para que su padre entendiera por qué llegaba a casa tan de mal humor.

El blog se convirtió en unos meses en un fenómeno online, con 2 millones de visitas al mes, miles de comentarios en cada post y removió a tantos lectores que consiguió que la escuela modificara el menú de su comedor, un menú que distaba mucho de ser perfecto. Además ha conseguido que lectores de todo el mundo le manden fotos de sus menús diarios, evaluándolos como más o menos adecuados, sanos y equilibrados, va a publicar un libro y está recaudando dinero desde su blog para construir comedores para escuelas en Malawi.

Está claro que no se trata de un blog maternal, pero sí me parece un gran ejemplo de lo mucho que pueden llegar a influir hoy en día los blogs en nuestra sociedad.

En cuanto a los blogs de padres y madres nos son de una gran utilidad por lo siguiente:

–          Referencias y consejos sobre lactancia: materna, artificial, mixta…

La lactancia puede ser una experiencia maravillosa o traumática según lo viva cada madre. Además, con esta etapa afloran todas las dudas y la inseguridad de la madre ante las opiniones de los demás contrarias a su propia postura. Por eso, encontrar un blog o una serie de blogs en los que opinan y actúan como tú, o simplemente encontrar consejos y experiencias sobre la lactancia sirve para calmar y aumentar la confianza de la madre y por lo tanto a vivir esta etapa, se elija una u otra opción, de una manera más relajada y feliz.

–          Introducción de los alimentos, recetas para niños, alimentos que debemos utilizar…

Hay multitud de blogs con recetas, consejos útiles y trucos para que los niños coman verduras o lleven una alimentación equilibrada. Son una fuente de información y consulta increíble para no caer en la rutina y siempre desde un punto de vista muy cercano.

–          Consejos y guías en el caso de alergias alimentarios y enfermedades: diabetes, alergia a la leche, celíacos.

En este caso, los blogs me parecen tremendamente útiles e importantes para los padres con niños enfermos o con alergias alimentarias que suponen un trastorno a la hora de organizar las comidas. Estos blogs son fuentes increíbles de información, no estrictamente de información técnica que para eso ya están las webs especializadas y sobre todo los profesionales, sino información práctica basada en experiencias: consejos que a mí me funcionan, o que no me han funcionado, y te lo cuento para que aprendas de mi experiencia.

Son, sin duda, una de las herramientas actuales más importantes a la hora de mitigar frustraciones y ayudar a padres perdidos ante situaciones difíciles de llevar como estas.

–          Esto nos lleva al siguiente punto: compartir experiencias, crear comunidad. Y es que en el fondo lo que estos padres están creando visitando blogs, comentando, consultando, es una red, es una comunidad en la que una cuenta que su hijo no come y vomita cada dos por tres, otra que su hija solo quiere comer viendo la tele y no es capaz de cambiar su hábito o los que cuentan su frustración porque no son capaces de quitarle el biberón y que coma papillas, por ejemplo.

Ahí radica la buena acogida a comunidades temáticas como es el caso de Madresfera, donde de forma natural van integrándose uno a uno blogs de lo más variado pero con un nexo de unión, los hijos (y hasta los nietos, ¡que ya tenemos una abuela bloguera!)

Y con la excusa de los concursos, los eventos, las quedadas, cualquier iniciativa que se nos ocurra, al final lo que importa es la comunidad que se está creando de forma espontánea. Porque en el tema de la crianza al final lo que queremos es poder conversar, compartir experiencias y sentirse reafirmado, menos solo, menos mala madre o mal padre.

Por último, me gustaría hablar de iniciativas que están surgiendo, sobre, y a raíz del entramado de blogs que actualmente cubren temas como la maternidad, la alimentación infantil y la sanidad, en este caso infantil, también.

Pediatic es un proyecto, que va más allá de la red y que se materializa en encuentros y jornadas creado por pediatras inmersos o muy presentes en la blogosfera sanitaria como Diario de una mamá pediatra o El médico de mi hijo que han decidido unirse a otras redes de blogs como las madres blogueras o los blogs de educación infantil para tratar temas que atañen a todos ellos: la salud infantil.

También nacido en la red es el proyecto de Conciliación Real ya, que surge como respuesta a la reclamación real de los blogueros, padres y madres, de compatibilizar crianza y trabajo. Este grupo de padres y madres se han unido y organizado de forma casi espontánea para proponer medidas efectivas a las autoridades para lograr un mayor equilibrio en la sociedad actual, un equilibrio que repercutiría directamente en el bienestar y la salud de nuestros hijos.

Y por último, hablaros de Uno entre cien mil, una fundación creada por José Carnero a raíz de la leucemia de su hijo Guzmán. Este padre ha ido plasmando en su blog el tratamiento y la evolución de su hijo y ahora mismo, dos años después y en proceso de recuperación, pone en marcha una carrera virtual para recaudar fondos en la lucha contra el cáncer. Os invito a que participéis con vuestra participación y compréis un dorsal para esta carrera.

Y podríamos seguir durante horas, porque estos son tan solo tres ejemplos de los miles que existen en la Red y que demuestran el rol decisivo y la influencia actual de los blogs como nexo de unión entre familias y como apoyo en la crianza y la educación de nuestros hijos.

Muchas gracias por vuestra paciencia infinita y a leer blogs!!!

Presentación en Slideshare

Éramos pocos y llegó Madresfera

La criatura, que ha pesado casi 500 MB y que hemos decidido (tras un intenso briefing, brainstorming y unas cuantas copas de inspiración) llamar Madresfera, ha nacido el día 19 de diciembre a eso de las tres y pico de la tarde, una hora de siesta en todo el mundo de dios, pero es lo que tienen las criaturas, que deciden nacer cuando les sale del mismo…

La madre, una servidora, se encuentra cansada, pero bien. Primeriza en estas lides pero sabedora de las necesidades de su primogénita, intenta no descuidar a su primera criatura, pero la recién nacida es absorbente cual papel de cocina con circulitos y ahora, en sus primeros días, exige toda su atención, sus pupilas ensangrentadas y su culo adosado a la silla hasta encallecer. Una ya no sabe ni donde tiene la cabeza, llega tarde a todos lados, olvida lo inolvidable como poner a grabar las apariciones del Vaquerizo (ese ser) en la pantalla, y dicen que habla sola por las esquinas de su barrio, en zapatillas de estar por casa (como sus alegres convencinas en bata) repasando la lista de cosas por hacer para que a la criatura madresférica no le de un cólico de esos que dejan la pantalla atontada, un error 404 o que se le registre alguna banda de narcos llamados los «mamitos sangrientos» en los blogs del ranking…

El santo, padre putativo (estas cosas informáticas son así), pero al que la pequeña Madrefera ya quiere de forma auténtica e indudable (juraría que le ha llamado papá), pasea por la mansión perseguido hasta la extenuación por la primogénita,  cual sombra «indespegable», musitando no sé qué de que se tiene que ir al fútbol y de que no puede ir ni a miccionar sin ser perseguido por una criatura gritona obsesionada con cantar «lamarimorena» y los peces en el río.

La primogénita, inconsciente del alumbramiento pero que algo se huele, aporrea a la menor ocasión el teclado de la «mamma», provocando caos de dimensiones bíblicas en la «hermanita» y algo debe notar porque insiste con fiereza en pasar las horas sentada sobre el regazo de una servidora. Así que entre la panza creciente que empieza a servir de barra de bar y la criatura adosada, a una se le están alargando los brazos unos centímetros cada día para poder llegar al teclado del ordenador. Aviso para los regalos de Reyes, los jerséis me los ponéis con un palmo más de mangas, porfa…

El padre natural, en destino conocido pero lejano, se afana por golpear el teclado, gritar maldiciones en asturiano y luchar por el bienestar de su pequeña Madresfera desde la distancia mientras le grita a la pantalla: ¡Aguanta, servidor, aguanta por dios! Además, se le ha visto garabateando por las paredes de todo el local que pisa unos números extraños, combinaciones indescifrables a lo cifra mágica de Lost, mientras repite «algoritmo, algoritmo, algoritmo» porque si deja de decirlo se cae no sé qué avión del Oceanic…

En resumen, queridos todos, la familia se encuentra muy feliz con su nuevo miembro, aunque todavía está en proceso de adaptación y vamos todos con chichoneras y cascos de los cabezazos que nos estamos dando en los comienzos (que no, no son fáciles, by the way...).

Y desde aquí os damos las gracias a todos con movimientos de la manita hacia arriba y hacia abajo, a lo Familia  Real en sus horas altas y os invitamos como familia orgullosa (no, ésta no nos ha salido gorrona, jejeje) a que conozcáis (sí, también vale criticar, pero sin pasarse que están los Reyes muy cerca y es muy fácil tachar nombres de la lista, jejeejejejeje) a la recién llegada desde sus más tiernos inicios… 🙂

La guerra de los egos disfrazados

Lo que aquí os desvelo, amigos, además de ser verídico a más no poder, encierra una crueldad infinita que sólo los que estamos aquí, empantanados, en medio de esta guerra absurda, podemos apreciar y que plasman de una manera magistral los amigos de Noñoño en este post llamado No compitas, que os recomiendo encarecidamente para entender en su completa magnitud.

El primer año de vida maternal, como una servidora estaba en la parra (ahora también, que conste, pero los daños y perjuicios me han hecho más resabiada) cuando llegaron las fechas navideñas en la guarde me comentaron eso de: «Mami (como no se pueden saber los nombres de todos nosotros, el mami les viene siempre estupendamente), tienes que traer a la niña disfrazada de pez. Nada complicado, le pones una escamas de tela a una camiseta azul y ya está… ¡No te compliques!«.

Vale, pues según oí el ¡No te compliques! pensé que era sincero (ERROR!)  y tal cual, el día anterior a la fiesta, le cosí a la camiseta de rigor en cinco minutejos, y sin mucha gracia, la verdad, algo parecido a unas escamas de tela de colores que me dio mi suegra y que al principio me parecieron maravillosos.

Pero claro, al llegar a la guardería y sentar a mi criatura marina junto a sus amigos, las lindas escamitas de manufactura «self-made» se convirtieron en unos espantosos colgajillos deshilachados que iban perdiendo tela y sustancia a su paso, que ni flotaban ni nada y que resultaban especialmente patéticas al lado de los maravillosos trajes de besugos y peces espada de gomaespuma de los demás mini-críos.

Aquel fue el primer impacto para mi poco curtido ego maternal. «¡Mala madre, mala madreeeeeeeeeeee! ¡Pero mira cómo llevas a la niña, por dios! ¡Si parece un espantapájaros en vez de un pez!» Oía yo en mi cabeza insistentemente mientras hacía que me divertía viendo aquel desfile del carnaval de Las Palmas: pulpos rosados con todos sus tentáculos, estrellas de mar a las que no faltaba ni una patita gomaespumada, o incluso caracolas de color marfil con cangrejitos incluidos en el pack, vamos, una pesadilla. Y yo, con lágrimas a punto de resbalar por mis mejillas de tez «adolescentoide» miraba a mi pequeña, embutida cual choricillo recién empaquetado, en sus mallas y camiseta azules de la Cadena Q, muy barata oigan, y aquellos pegotes colgantes, ella tan feliz, y que le importaba todo un comino y medio porque su único afán era llevarse a la boca uno de esos colgajos y llenarlo de babas espumosas. Lo típico de esa edad, vamos…

Total, que tras una hora de tortura china, salí de aquella fiesta odiando más a la humanidad y preguntándome qué demonios era aquello. ¿Una trampa? ¿Una prueba para madres modernas que además de ser supermajas también deben saber hacer un traje de pez que ni comprado en el Corte Inglés? O mejor, ¿un concurso para demostrar las habilidades de corte y confección de las abuelas? ¿Ehhhhhhh? Que esa es otra, que habría que demostrar ahí quien se encarga de los trajes y tener un sello de autenticidad, tipo: «Vale, es feo, pero me lo ha hecho mi madre, y no mi tía Puri!». Amigos, amigas madres, yo os pregunto desde lo más hondo de mi corazón y casi con las vísceras en la mano: si os dicen que nada complicado, ¿por qué demonios no les hacéis caso? ¿Qué hay que demostrar, quién tiene la suegra que mejor cose?

Y así, con esta indignación, esta duda, esta incomprensión mezclada con frustración he ido pasando los años hasta llegar al tercer año de guardería. Con menos tiempo, menos ganas de complicarme y menos idea de qué demonios hacer que nunca. Y de nuevo: «Uy, nada, nada, mamis, no os compliquéis, les ponéis unas mallas y una camiseta de colores y ya está! Si para ir de elfo no hace falta nada más…» ¡JA! ¡JAAAAAA! Que el día que lo vi ahí en la circular, y apuntado en su cartulina de colores brillantes, me dije: este es mi año, no hay que currar. Guay, porque voy de culo… Y tan feliz… Pero no. Debe ser que el resto de padres leen otras circulares, o hablan con otras profesoras distintas a las mías… O mejor, ¡que se pasan por el forro lo que les dicen! Porque ya han llegado a mis oídos rumores de ciertas madres insurgentes que andan anunciando la complejidad digna de un máster o de un módulo en el FP del disfraz de elfo de sus criaturas. Y ya la tenemos montada…

El año pasado, en el que las criaturas tenían que ir de estrellas (¡no os compliquéis, mamis!), la superamiga Violeta y yo, envalentonadas por el fracaso estrepitoso de nuestros respectivos atuendos de piscifactoría (vamos, este año no volvemos a hacer el ridículo por nuestros santos…!) nos animamos a manufacturar con destreza y cogimos con ahínco nuestra Singer y una tela brillante muy apañada. Y tampoco fue tan mal. Aunque he de decir que al menos mi estrella fue más un tomate espachurrado que un astro fulgurante. Pero ¿sabéis qué? ¡Que me dio igual! Que fuimos tan contentos con nuestro intento casero de ser buenos padres manitas, que no damos para todo y que, no, no hacemos los mejores disfraces del mundo, pero hacemos una imitación del mono capuchino que tira «p’atrás», oye…

Que nooooooo, que me niego a competir,  ¡que no me da la vida, por dios! ¡Que no voy a entrar en el «y tu madre más»! (O solo un poco…) Que se empieza en el primer año de guardería y se acaba con el concurso de Cono de construcción de volcanes, ocho noches sin dormir, y movilizando a toda la familia para que el puñetero volcán eche lava de verdad ¡¡¡¡¡¡Pasoooooooooooo!!!!!!

Esta vez mi criatura seguirá asistiendo en plan precario-malamadre-nomedaeltiempoparamás: un elfo en paro y venido a menos al que le seguirá importando un pito el disfraz de su compañero siempre que haya patatas fritas para deglutir masivamente. Mientras, como familia unida de clase media y poco talento como diseñadores de moda, asistiremos a la pasarela Cibeles de elfos y demás seres encantados del bosque, voladores, del mar, de montaña, de temporada primaveral, con orejas punzantes, y hasta habrá algún padre que aparezca vestido de orco (que eso ya es por joder, vamos, porque tengo yo la vida como para buscarme también el disfraz a juego con la niña… ¡Anda ya!)

Amigos, amigas, seres que tenéis criaturas y no tenéis más huevos que disfrazarles…¡Que no os compliquéis…!

Soraya, nena, la que has montado…

Amiga, Soraya, mira tú que no pensaba traerte de paseo por estos lodos, que no soy yo mucho de celebrar resultados ya sabidos desde hace meses. Pero claro, con titulares así, «Soraya Sáenz… ¿un ejemplo de conciliación?«, o «Soraya Sáenz de Santamaría no es el ejemplo a seguir por la mujer española«, etc,  y el revuelo que ha causado el hecho de que no te vayas a coger la baja de maternidad, pues, claro, tenía que sacarte de tus fiestas oeeee, oe, oe, oe, oeee y el «que salte Mariano, que salte Mariano» y darle aquí un poco al debate encendido y trascendental.

Porque, qué quieres que te diga, Sora (¿puedo llamarte Sora?), que a mí que te presentes en el balcón con tu jefe a las tantas de la noche para bailar los greatest hits de Carlinhos Brown, pues como que me da igual. Ya imagino que a tu criatura la habrás dejado alimentada, arropada y a buen recaudo (y con su matrícula para el Liceo Francés ya hecha, ¿eh Sora?). Y que si decides encargarte de eso tan peliagudo, que ni lanzar el Anillo al Monte del Destino, a lo que han llamado el traspaso de poderes (ejem, poco queda para traspasar, amigos, está todo hipotecado…) pues que digo que yo que mientras no me traigas a mí a tu pequeño para que lo cuide, pues que (finamente) me da bastante igual lo que hagas o dejes de hacer.

La que has liado, mari. La muchachada está muy indignada contigo, ni que hubieras dejado al pequeño abandonado frente a Ferraz, porque se dice que no concilias y que eres un ejemplo pésimo para la sociedad, in general. Que acabas de tener a tu hijo, congratulations y enhorabuena a todos los premiados, y que ya estás al pie del cañón, al lado de Mariano, el boss, y preparando el desembarco del PP en los devastados puertos de éste, nuestro país. Que estás haciendo muy, pero que muy requetemal por no quedarte en casita, con tu hijo, y que así no hay dios que concilie en este país, si una figura política de esta altura (jejeje, pillas el chiste?, es muy malo, perdona) decide, supongo yo que libremente, irse al tajo nada más dar a luz. Con lo bien que os lo estáis pasando… Si es que hasta yo lo entiendo… (aquí se oye el rechinar de dientes. Ya pasó…).

Amiga Sora, ya que te tengo aquí te diré que este debate encendido que encuentro en el Twitter y alrededores me hace plantearme varias reflexiones, flojas, como siempre, y como imaginas te las voy a soltar:

The first one: ¿estaríamos discutiendo sobre tus bondades como progenitora si en vez de madre fueras padre? Yo creo que no, pero a lo mejor me equivoco de país… En cualquier caso, no recuerdo haber asistido a tal indignación porque un político recién «parido» haya acudido a su puesto de trabajo al día siguiente del parto. Claro, que los puntos no los lleva él, o al menos que sepamos, pero vamos, el hijo es suyo igualmente, ¿no? Bueno, se puede suponer que sí, pero el debate, en cualquier caso y que yo sepa (si alguien conoce algún precedente que lo traiga, plis), no existe.

The second one: me parece a mí que has tenido opción de elegir (si es que no, y estás amenazada pestañea dos veces si es que no, y una vez si es que sí,  y tres veces si no has entendido la pregunta). Que resulta que lo bueno de todo esto, creo yo, que es PODER ELEGIR y que si a ti, chata, lo que te apetece es tirarte al monte, carpeta en mano, tacón, traje sastre y mucho rímel en las pestañas, pues quién soy yo para criticarte… Si lo más probable, además, es que después de tanto revuelo, mientras las currelas de turno nos desgañitamos reivindicando la bendita conciliación, tú pasarás con tu niño muchas más horas y muchos menos aprietos y carreras de las que muchas con jornada reducida hemos tenido que sufrir en nuestras carnes libres de estrías (litros de trofolastín mediante). Vamos, que la que tiene recursos, tiene recursos y las que vamos al Ahorra Más, vamos con la bolsa de plástico en el bolso. Y ya está, nenas, lo demás son tonterías (o nonsenses, para los bilingües).

Que, the third and the last one, para mí lo importante de la conciliación no es que tú decidas no quedarte con tu hijo nada más dar a luz. Que hayas preferido no tener baja es una decisión personal e intransferible que, evidentemente y afortunadamente para el resto de los niños, no es la norma, ni la ley (ojito con recortar la baja, Sora, que de tanto apurar nos están saliendo calvas), pero que afortunadamente para la mujer que lo desea, para ti, tienes la oportunidad de elegir.

Para mí conciliar no es anteponer maternidad a profesión, independientemente de que, si por mí fuera, la baja maternal pagada debería ser de un año, entero y verdadero. Para mí lo importante, lo esencial y por lo que lucho con cuchillo entre los dientes es para que exista flexibilidad real a la hora de combinar de una forma natural y sensata la crianza con el desempeño de una labor profesional si eso es lo que se quiere (ojo, que hay quien está muy contento con sus nueve horas de oficina para llegar y acostar a los niños). Así que, para mí, conciliar es tener opciones. Es no tener que sacrificar tu carrera para poder criar a tus criaturas o viceversa, si eso no es lo que quieres. Que si quieres medrar en tu carrera, ancha es Castilla. Que si quieres medrar como ama de casa, pues tan ricamente. Pero a ese tercer sector, esa tercera rueda a la que nos interesan ambas cosas (que es que lo queremos todo! brujas!), pues que no seamos una excepción sino simplemente otro camino.

Uy, que serio me ha quedado, Sora, que el tono doctrinario se me pega de estar contigo, maja. Que sí, que sí, que ahora hablamos de lo de la cuarentena, que sí, que sigue existiendo a pesar del iPhone. Increíble, ¿verdad?

(Por cierto, que ya que estáis por aquí y el tema pega, que si os apetece os marcáis esta encuesta sobre conciliación, ¿vale, majos? Un placer. A los pies de sus señoras y sus santos).

Días de poco cine

Hace ya unos años, dos y pico para ser súper exactos, que el mundo del cine y yo estamos regañaos. Con lo que yo he sido, madre… Yo, que me leía los Cahiers du Cinema en la biblioteca de la uni…Yo, la fan number one del insigne Gasset y sus Días de Cine de la 2 (el de Caye no, no la trago). Yo, que me he recorrido uno a uno, y con boina, of course, todo el circuito de cines alternativos de la capital, los de versión original y los que incluían música de cámara como banda sonora, y que me sabía hasta cuándo tocaba el ciclo de cine chiquitistaní en la Filmoteca

Con lo que yo he sido, una pedantona cinéfila de las buenas… Y ahora es que me dicen que me chupe la última del Von Trier y es que me meo de la risa (no culpen aún a mi estado, eso vendrá en unos meses). Vamos, que antes me depilo uno a uno los pelillos de los sobacos que someterme a otra más de esas torturas intelectuales de duraciones infrahumanas y que luego nadie entiende.

Y es que les confesaré que ahora veo muy pocas películas, pero que muuuuy poquitas. Ni buenas, ni malas, ni regulares. Porque, les explicaré, primero hay que encontrar el hueco. Que con una criatura de dos años es complicado, aunque no imposible, no nos pongamos tremendistas. Pero cuando la tienes acostada, o apañada con algún ser caritativo o la has enviado a otra dimensión alternativa (no me pidan explicación, cada uno que piense lo que quiera que es mejor), te lanzas cual campeona olímpica de asalto al sofá, y repasas mando en mano la retahíla de títulos que almacenas desde hace años en el disco duro, ejem, ejem, digo en la videoteca, pues como que la placentera tarea de ver algo decente se convierte en un ardua selección, acaso comparable con no encontrar reposiciones del Príncipe de Bel Air en la TDT.

Primero, la duración. Descartadas a partir de 120 minutos. Total, la mayoría…Porque desde hace un tiempo a los directores parece que les regalan los metros de película, así como en plan supermercado «¡estamosquelotiramosoigan!». Que ya me veo al director comprando a su tendero de confianza: «¿Me pone hora y media de filme de los buenos?, y me lo parte finito, ¿eh? Que el último no había quien se lo comiera de lo denso que me lo puso…». A lo que el fiel y comercial tendero, con eso de que estamos en crisis, agudiza el ingenio mercantil y le contesta, el muy sibilino: «Si se lleva tres horas de este en color le regalo el 3D premium y una hora más de extras que hará las delicias de sus fans. Vamos, se van a quedar encantados. Me está saliendo muy bueno, ya me lo dirá, ya me lo dirá…»

¡Y los incautos pican! ¿Por qué? ¿Por qué, amigos directores del mundo, os empeñáis en alargar nuestra agonía hasta el infinito? ¿Cuándo dejó de ser atractivo un final a tiempo, una retirada digna, un The End a la hora y cuarto de empezar la proyección? Porque yo puedo entender que, a veces, en muuuuuy contadas ocasiones, uno tiene que rodar Lo que el viento se llevó y claro, pues como que un dramón así , con lo que tuvo que ser eso, pues no se hace en una hora. Vale, pues ya está, ¡ya se ha hecho! Tampoco hace falta que todas sean Los diez mandamientos ni ustedes son Cecil B DeMille… ¡No nos jodan más a las personas con horarios normalmente apretados y hagan películas cortas!

Dicho esto, con tono más bien exaltado, las hormonas deben ser, añadiré que el segundo filtro a la hora de visionar es la temática. Como todo el mundo, vamos. Las que primero elimino son las de tensión de morder el cojín, de esas de persecuciones y mucho susto. Ni-de-coñen, amigo, me voy a tragar yo algo que eleve mis pulsaciones con lo elevadas que las tengo yo entras las entretenidas e inconclusas obras en mi mansión, mi exilio a ésta, la suegros’ keli, mi muela en estado crítico, mis proyectos laborales en ciernes, una conexión a internet alternante y esquiva, una preñez emergente con su consiguiente sopor y aletargamiento y mi inmersión en ese mundo aterrador del grupo social conocido como «esos padres que llevan a sus hijos en coche al colegio» y a los que se puede distinguir por ese tic intermitente en el ojo izquierdo, las llaves del coche incrustadas entre el incisivo superior y el colmillo superior y un niño lanzadera que aterriza solo en clase porque «¡tengo el coche en doble fila!».

Bueno, pues eso, que de estrés mejor que no.Y de llorar, ¡menos! Nada de dramones, tragedias ni nada que se le asemeje. De miedo tampoco, que luego sueño. Y como gracias al embarazo me toca salir de la camita a horas intempestivas al menos una vez a eso tan humano de hacer pis, pues no vaya a ser que encima me cague por las esquinas. Quita, quita.

Si me pones documentales o algo serio, me duermo. Es un hecho. Y si es un musical, también.

Total, que solo, solo, solo, solo elijo comedias. Pero para cuando he elegido una que dure menos de dos horas, que sea inteligente, rápida, que no sea una americanada, que tenga buena dirección y una fotografía excelente, que esté en versión original, que no salga Adam Sandler, salvo la de Little Nicky que ya me la sé de memoria, y, muy importante, que no sea española porque, en realidad, no es comedia sino drama, que ya me las conozco, pues cuando ya he terminado de elegir una, ya me ha entrado la modorra y casi que me voy a la piltra a soñar con pelis más cortas, obreros eficaces, elecciones democráticas y, en definitiva, un mundo mucho mejor.

Perdóname, mundo, porque estoy embarazada

Web petreraldia.com

Un buen día, engatusada quizás por la visión angelical de unos hermanitos andando de la mano por la calle, o bajo los efectos de alguna sustancia alucinógena, decides que ha llegado el momento de pensar en el 1+1, el otro ser, en la otra pieza del tetris, en otro bichito con el que enloquecer. Porque, piensas enajenadamente, tu criatura necesita un compañero de fatigas, de peleas, y porque esa sustancia alucinógena de procedencia desconocida te hace ver un futuro apacible, una familia de blancas dentaduras saltando por un valle florido, cogidos de las manos y brincando cuales cervatillos en una peli de Disney (antes de morir, claro). Así de alucinógena es la sustancia.

Pero funciona. Y te marcas el objetivo con rotu rojo: operación «Uno más».

¿Por qué? ¿Tiene algún sentido? ¿Es económicamente responsable? ¿Cabéis en casa? ¿Qué vas a hacer con tus proyectos profesionales en ciernes? ¿Sabes dónde te estás metiendo? ¿Realmente sabes dónde te estás metiendo? ¿Con la crisis que hay? Todas estas preguntas te acorralan, con su dedo acusador, mientras tú te acurrucas tras la espalda de tu santo y dices treintaytres ocho veces seguidas para ver si esas preguntas cojoneras se van directas e insidiosas a otros como la familia real, que son los que están procreando sin cesar, o a alguna familia del barrio, que también llevan buena marcha. Pero a ti que te dejan tranquila, que bastante tienes con saber tu día fértil, menudo coñazo, por cierto…

Y en éstas, que sigues tu camino, alternando entre la obsesión compulsiva del «que no me quedo, ay mare, que no me quedo» y el «pues mejor, mari, a otra cosa y te apuntas al gim», cuando, de repente, se te planta en casa el notición, ya hay bichito en preparación y las preguntas ésas asquerosas ya están amontonadas en forma de agujones mentales llamando presurosas a tu coco, hora tras hora, como enviadas de alguna institución oficial dedicada a mantener el nivel de natalidad a raya.

Pero bueno, como estás de subidón y te importa todo una merde, pues las dejas pasar y que se pongan cómodas en tu salón, si es que caben, que ya verán ellas si les merece o no la pena plantar su culo en tus felices planes.

Hasta que llega el día de comunicar al mundo, más conocido como the outside world, que ya no sois 3 sino 3 y pico con vistas a 4. Y lo más normal, lo más seguro, es que sea una alegría, una sorpresa, un motivo de celebración (hombre, no te ha tocado el Euromillones, pero bueno, se supone que un bebé es una cosa bastante positiva, dejando de lado ciertas circunstancias desfavorables que todos podemos imaginar). Pero sí, tú ya has pasado los veinte, maja, y los treinta. Tienes un santo de referencia que comparte tareas y lavadoras con bastante estoicismo y se puede decir que mientras no pierda el Madrid estáis felices como perdices. Y aunque ahora no estás «fija» en ningún sitio más que en tu casa, parece que eso no impide que sepas sumar 2+2 (o no) y puedas encaminar tus sapiencias a buen puerto. Y sí, tu mansión podía ser mayor. Pero dicen que el roce hace el cariño, no? Pues os vais a tener todos un cariño que lo flipáis.

Pero, además de las reacciones normales y esperadas de tus seres más queridos un día te encuentras con algo inesperado, un «¿cómo te atreves a tener OTRO hijo MÁS como están las cosas? Inconscientes, que andáis procreando y aumentando la sobrepoblación mundial, que no sabéis lo que hacéis»… Una reacción que te lleva directamente a mirar el calendario, no vaya a ser que en un viaje del tiempo a lo Doctor Who te haya teletransportado directamente a la posguerra de los años cuarenta, a algún momento postapocalíptico a lo Mad Max donde hay que ponerse cuernos en la cabeza y luchar cuerpo a cuerpo por la gasolina y por unas zapatillas de tela para tus churumbeles.

Pero no, para tu tranquilidad seguimos estando en un momento jodido, pero aún tienes luz eléctrica y gas, y agua, que puedes pagar, trabajo, acceso a sanidad gratuita (por ahora, ejem), mallas para aburrir, bragas Palominos en abundancia y no tienes a los servicios sociales llamando preocupados por tu problema con las sustancias y con dieciocho hijos desperdigados por las calles de Madrid. No, por ahora no se ha dado el caso. Y sí, la cosa está chunga, pero, por favor, no nos pongamos catastrofistas que una cuando se embaraza se pone muy sensible a las circunstancias externas y este positivismo extremo lo único que trae son dolores de cabeza inútiles y muecas absurdas de pasmamiento que darán lugar a arrugas de las profundas, te lo digo yo.

Y sí, has echado las cuentas, vía calculadora of course, y te sale que 2 son el doble de 1, totalmente cierto, pero a tu favor hay que decir que, cuando cocinas, siempre haces, como decía tu madre, para el tío Antonio y sus hermanos, así que al menos de hambre no vais a perecer.

Y una vez enviado este mensaje esperanzador a todas las preñás del mundo (y a las que no también, oigan, que yo no discrimino por bombo, sexo o religión) un poco de música del señor Chris Garneau para amainar tanta fiera apocalíptica. Y a disfrutar del embarazo, hombre ya, que luego nos salen como los delincuentes del Campamento de Cuatro y ya tendremos tiempo de sufrir y de arrepentirnos de habernos dejado llevar por visiones de la Casa de la Pradera, con lo que padecen los pobres…

A disfrutar!

El vía crucis mañanero, o cómo empezar el día a patadas

Empezar el día con alegría no es sólo el grito desaforado de una estridente y bifocal Leticia Sabater en sus años mozos (los de mi quinta puede que aún tengan pesadillas con esa imagen, yo sí). Es también una nube negra que sobrevuela las cabezas de muchos padres y madres del mundo mundial al sonar el despertador, cuando, legañosos y con la babilla aún paseándose por la mejilla, se asoman a los cuartos de sus criaturas para, una vez más, empezar el día.  Sigue leyendo

Madres 2.leches

Aquí estoy, delante del ordenador, con la toalla en la cabeza y chorreando de la ducha pero tecleando febrilmente, cuando debería estar secándome el pelo y esas cosas normales que hace la gente cuando sale del baño… Y ¿qué hago? Pues me leo de pe a pa el blog de la sabia y muy inglesa Sally Whittle con este post sobre cómo afecta escribir un blog a la maternidad y me quedo con esta pregunta que cierra sus palabras:

«What do you think? Is blogging taking away from your ability to be a good parent – or adding to it?». O lo que es lo mismo: Tú qué piensas? ¿»Bloguear» disminuye tu habilidad para ser un buen padre/buena madre, o la mejora?

Lo leo y me digo: esta mujer me ha leído el pensamiento (incluso hablando otro idioma), o lo que me queda de ellos después de unos días a jornada intensiva como madre…

Porque ahora que ambas estamos de vacaciones (voy a llamarlas así aunque las mías son obligatorias como bien sabréis)  y estoy con mi criatura de sol a sol, con ella adosada a mi chepa y michelines sin pausa ni receso (salvo la santa siesta y la noche, of course) me encuentro así de pronto y sin aviso previo con un vacío existencial en mi persona y razón de ser: ¡no tengo tiempo para escribir en mi blog! Dios, ni para actualizar mi facebook, ni para responder los emails o fisgonear en twitter, ¡para nada! Si hasta hablar por teléfono requiere de la infraestructura de manos libres para poder empujar del carro mientras hago la compra, que en el Ahorramás ya me conocen como «la loca esa que se ríe a gritos mientras espera  el turno de la pescadería»… Vamos, que yo estoy requete-entregada a mi faceta como madre, y encantada, que no digo yo que no, pero coñe, que también tengo derecho a hablar y relacionarme con alguien más que no sean la familia de los Pepes (todos los muñecos de mi pequeña tienen el mismo nombre, para simplificar, vamos), la tendera del mercado y los amigos imaginarios de mi criatura, ¿no?

Pero en estas me acuerdo de una frase de mi santo, de esas que me ha soltado medio-en-broma-medio-ya-te-lo-suelto, cuando él llega a casa al final de una de esas tardes infernales-salidas-de-Mordor en las que mi hija ha decidido poner a prueba mi paciencia semi-infinita y yo ya estoy buscando oxígeno, agarrada a lo alto de una estantería con los nervios como escarpias y con la lágrima asomando tras el rabillo del ojo, para, en cuanto él se pone a charlar con la niña, engancharme rápidamente, y sin mirar atrás, a mis redes, cual yonqui desesperada por su chute cibernético y murmurando para mí: es triste de pedir… Y en medio de mi ataque de ansiedad comunicacional, va mi santo,se acomoda en el sofá con la niña en su regazo, tan pacífica como un niño de esos de anuncios que no se mueven cuando les manosean y me dice con sorna: «uyuyuyuy, estás abandonando a tu familia…«. Y es entonces cuando llega la ambulancia a la puerta de mi casa, salen tres maromos cachas con el uniforme del samur, y me ponen las palas de esas que te meten nosecuántos vatios de potencia entre pecho y espalda… Y sí, luego, revivo…

Entonces, ¿qué pasa con el 2.0 dichoso y tanta red social (que cada día sale uno nuevo, leche) y tanto blog y tanta gente a la que conocer y tantas cosas que leer y tanta ansiedad por el saber…? ¿Nos ayuda o nos mete más presión aún? ¿Acaso soy una madre negligente cuando intento buscar un minutito para respon

der ese email que parpadea en mi cerebro? ¿Hay más madres y padres que se lanzan al ordenador como zombies a un higadito fresco cuando sus hijos cierran por fin los ojos y la boca? ¿Estoy siendo víctima del síndrome 2.leches? ¿Es esto bueno o malo?

Vosotras y vosotros, santos varones, ¿qué pensáis? ¿Somos las madres 2.leches unas adictas al wi-fi que desatendemos a nuestras familias?

Me voy, que se acabó la santa siesta…