Madrugar es abrir el libro por una nueva página a estrenar. Y mirar el cielo raso que me ofrece el amanecer es pasar la mano desnuda a ras del papel que nos ha tocado vivir.
Miro las ventanas que tengo delante, a través de las cuales adivino ese sol que empieza a amenazarnos. Siluetas que entrecortan la melodía del despertar se pasean entre esos ventanales.
Y me sonrío pensando en que todos somos como pequeñas notas de esta partitura escrita en carne y cielo. Y me pregunto qué música se oiría si pudiéramos escucharnos… Si nos pudierámos escuchar de verdad…
Vivimos unos tiempos de mierda y de eso no nos libra ni la mejor melodía, y mira que a veces solo nos queda la música.
Pero seguimos amaneciendo, a pesar de todo.
Quiero seguir contemplando esta hoja abierta frente a nosotros con asombro y esperanza pese a que todo parece convertirse en ruido según avanzan las horas, saltan los noticiarios, nos invaden las últimas horas.
El amanecer nos resguarda con su Quizás hoy no pase nada, quizás hoy sea un día bello, lánguido, con ecos de estudiantes de piano practicando sus tareas y maldiciendo esa corchea que se atasca.
Ojalá hoy un día lánguido. Ojalá campanas y niños. Ojalá roces de piel y risas.
El otro día, el sábado para ser exactos, un chavalín aullaba bajo nuestra casa porque no sé quién no había metido un gol en la portería de otro no sé quién. Y os juro que el grito de Catelyn Stark en la Boda Roja no tiene nada que envidiar al dolor que ese muchachillo estaba compartiendo con el mundo. Porque su equipo no había ganado.
Y oye, que lo siento, de verdad. Que me dio hasta penica y todo después de oír al vecino gritaros que íba a llamar a la policía si no dejabais de aporrear lo que fuera que estabais aporreando. Que estabais sufriendo. Estaba claro.
No hace falta irnos a lo que está pasando no tan lejos de nosotros con los refugiados, a los que hacemos como que no vemos. Pero hace poco me contaban de una amiga que acababa de descubrir que su hijo tiene autismo. Y eso sí duele. O un compañero de trabajo que se había quedado paralítico por un tumor. Zasca. O la empresa familiar que tiene que echar el cierre después de décadas currando y entrar en concurso de acreedores con lo que ello supone. Mucho dolor. Y rabia. Y frustración.
Eso son tempestades. De las que puede que no consigas salir indemne. Ahí es donde la vida te deja pingando y donde realmente tienes que demostrar de lo que estás hecho.
Y no me vengáis con las pasiones, los colores y los benditos once contra once. Porque me da la risa, pero mucho.
Desde que estudiaba en el cole, siempre me pasa lo mismo. Cuantas más cosas tengo que hacer, más ideas locas se me ocurren. Y eso es bueno, pero estresa…
Hoy compartía esta noticia sobre cómo ven los expertos que va a evolucionar el empleo. Y bueno, el artículo tiene mucha chicha: creatividad, resolución de problemas complejos, pensamiento crítico… Oh wait, ¿pensamiento crítico? Y eso ¿dónde se enseña? ¿Estamos preparando a las nuevas generaciones para estas necesidades? Es más, y la pregunta es más sangrante aún, ¿tenemos nosotros mismos pensamiento crítico? No contestéis todos a la vez, que ya lo tengo claro… Y poco vamos a avanzar en esto si desaparece poco a poco la filosofía de nuestro sistema educativo, o no se fomenta ese ejercicio en toda la sociedad, en vez de invitar al borreguismo y el encerrarnos en nuestros «grupos de opinión-amigos» en las redes, que nos pasa, y lo sabemos.
Pero además de la escasez, ausencia casi, de sentido crítico en nuestra generación y previsiblemente en la que viene, este artículo me ha hecho reflexionar sobre algo que veo mucho a mí alrededor y en mí misma. ¿Qué sabemos hacer? ¿Para qué estamos capacitados?
Cuando elegimos carrera, allá por COU (que soy del EGB), lo hicimos pensando en qué nos gustaba hacer: a mí escribir, así que lo más aproximado era periodismo. Era de letras desde siempre, y como mis compañeros de ciencias, ya íbamos con nuestras etiquetas, nuestro compartimento de saber, desde bien pronto. Y qué estoy haciendo ahora? ¿Alguien en aquel momento podía imaginar qué tipo de trabajos íbamos a desempeñar quince años después? Porque yo el mío no me lo imaginaba ni hace tan solo 5!
Pero la realidad es que cuando empiezas a trabajar y sales al mercado laboral ves que las competencias que necesitas para muchos trabajos no se rigen a los compartimentos para los cuales te has preparado durante años. ¿Negociación? ¿Solucionar problemas complejos? WTF!!! Pero ¿eso dónde se enseña?
A lo que voy es que con los años y la experiencia he visto y comprobado que, en realidad, sabemos y estamos capacitados para hacer cosas muy distintas de las que teníamos en nuestro mapa mental como «destino». Que concebimos nuestro futuro laboral con unas imágenes en mente totalmente ficticias y que a la hora de la verdad nos aprietan como rígidos corses ante situaciones inesperadas y oportunidades impensables, cuando lo que necesitamos es mucha, mucha, mucha cintura para girarnos, movernos y adaptarnos a los nuevos retos.
Y esto nos paraliza. Cuando trabajamos durante tres, cuatro, diez años en lo mismo y damos por hecho que somos eso que hacemos día tras día, olvidamos nuestra capacidad de transformación y de adaptación a nuevas habilidades. Lo he visto en mí misma, ¿y yo para qué valgo en realidad?, en la gente que conozco, ¿qué haré si me echan de mi trabajo? ¿para qué soy bueno?
Si mañana dejo de hacer lo que hago ahora mismo (¿qué hago ahora mismo, por cierto?) en qué voy a buscar trabajo? Porque los empleos también están categorizados: jefe de ventas, creativo senior, director de marketing, pringao digo becario en departamento chachi… Pero ¿y si todo lo que yo sé hacer no se ajusta a lo que veo que piden? ¿Y si por el nombre hay algún trabajo que descarto pero que en realidad estoy capacitadísima para cumplir? A lo mejor soy la leche como contable, aunque jamás pediría un puesto como tal… ¿Divago? ¿Hay algún trabajo en el que se divague? Ah sí, asesor de alguna eléctrica, pero para eso tengo que pasar antes por el gobierno. Chungo.
Obviamente si no has estudiado tus tropocientos años de medicina no sabrás operar a corazón abierto. Pero lo que sí está claro es que tenemos que cambiar la idea de que valemos para algo concreto. Los oficios-estanco hoy en día no tienen cabida. La transformación digital, la velocidad con lo que todo cambia y lo mucho que está moviéndose el mundo a nuestro alrededor nos impone un cambio de chip. Ya no podemos ser de letras o de ciencias. Tenemos que estar despiertos y saber surfear como dicen para formarnos durante toda la vida y no dejar nunca de pensar, de cuestionarnos lo que sabemos y lo que no, lo que está a nuestro alcance y lo que estará mañana.
Estas cosas me pasan por tener mucho que hacer, que me pongo a pensar demasiado.
Nunca me han gustado las listas. Sé que los gurús del marketing recomiendan escribir titulares con las 10 mejores cosas y blablablá, pero a mí es ver un listado enumerando cosas y ya me estoy sintiendo utilizada y cabreada.
Ahora, mi cabreo sube muchos, muchísimos enteros cuando veo esta barbaridad:
Me cabreo tanto que hasta se me olvida la tontería del titular. Porque cómo diablos se puede escribir algo tan perjudicial, tan dañino…¿y encima le das a publicar? Me van a perdonar pero ¿nos hemos vuelto locos o qué?
Una cosa voy a deciros, editores de webs supuestamente femeninas, de revistas para mujeres, de páginas que en teoría enarboláis nuestra bandera buscando nuestro bienestar y para que nos encontremos mejor con nosotras mismas: a mi cobertura 4G pongo por testigo de que no entrará en mi casa una de vuestras publicaciones llenas de brillantinas y estereotipos, de imágenes dañinas y perversamente edulcoradas, porque lo que me habéis demostrado no es más que una sarta de sandeces y que, para echarme unas risas prefiero El Mundo Today. De que ni vosotros ni los medios de comunicación le venderéis a mi hija así como así vuestra estulticia y vuestros bancos de imágenes irreales, de American Apparel y de tallas 34, de dentaduras esmaltadas y brillantes, de miradas vacías y photoshopeadas. De que, cual sujetador en los setenta y cantando a gritos a Billy Joel, quemaré con violencia (si encuentro el único mechero que tenemos en casa) vuestro papel couché en el fregadero delante de mis hijos. De que destrozaré personalmente vuestras listas de cómo ser la mujer 10, de cómo prepararse para el verano con detox y cleansing a cual más absurdo y repelente, de cómo hacer feliz a tu pareja y estar siempre depilada y dispuesta, de cómo llegar relajada y sin gritar al fin de semana (tómate esa píldora, bitch), de cómo caber en unos jeans sin que se note tu Monte de Venus (WHAT THE FUCK?), de cómo ejercitarte para tener un thigh gap envidiable, de cómo tener el culo blanqueado y perfecto para la recepción del embajador, o de cómo tener los labios de nuestra vulva proporcionados y, por supuesto, simétricos….
Sexy bitch tu madre….
Llevo mucho pasando por delante y mirando de reojo vuestra hilera en la tienda de la gasolinera o en el quiosco, vuestras portadas explosivas, brillantes, gritonas, estridentes, con bolsos XL para la piscina de regalo, o con muestras de rimmel para esas pestañas de infarto, con los morros repintados y vuestros copia-pega desde los ochenta, cuando yo sí me leía vuestras encuestas sobre cómo encontrar el hombre perfecto, cuando sí me frustraba por no llegar a tener nunca el armario de básicos para arrasar, y cada día os he ido mirando con más inquina, con más desprecio por la imagen de mujer (y de hombre) que nos habéis vendido desde que os conozco, y que seguís haciendo sin cortapisas, como un buque que, varado hace tiempo, sigue esparciendo el chapapote, la mierda negra, durante años y años, contaminando la mirada de las que os leen, en su mayoría niñas jóvenes.
Que sí, que sí, que se os ha visto el plumero (porque no os lo habéis operado ehhhh) y conmigo, hasta aquí habéis llegado.
La mujer perfecta ha muerto. Y ya podéis ir corriendo o buscando algún regalo muy bueno para que os compren porque la mujer real, la que no llega a fin de mes y le da igual si se lleva el berenjena o que no hay que comer hidratos por la noche, no tiene el Monte de Venus para tonterías.
Se marcha como mi agenda de este año, destrozadito, sin más aguante ya, ni más hojas donde apuntar lo que queda por venir. Que será mucho.
Y sí, por supuesto, la foto de agenda defenestrada es uno de mis intentos de hacer fotos decentes, con la Nikon 1 J2. Y oye, que no me ha quedado tan mal, ¿no?
Se va un año duro, de mucho trabajo, de poco descanso y de valiosas lecciones (ya dicen que se aprende más de las equivocaciones que de los aciertos). Un año en el que a pesar de todo he tenido maravillosas experiencias, tanto personales como profesionales. Han aparecido personas increíbles en mi vida que me han hecho cambiar la perspectiva y a las que estaré agradecida siempre. Y he comprobado el amor incondicional de los míos, de mi gente, de mi familia, la de nacimiento y la que he ido encontrado a lo largo de los años. Mi tesoro, sin duda. Y por lo que merece la pena destrozar agendas y dejar años atrás.
El 2013 lamentablemente ha sido un año, sobre todo, en el que hemos perdido libertades, derechos y muchos pasos dados durante muchos años. Donde nos han subido todos los impuestos «subibles», donde seguimos siendo los mismos los que pagamos la fiesta, pero ahora los mismos somos más pobres y, básicamente, donde hemos retrocedido en nuestra calidad de vida. Nosotros y las próximas generaciones. Esto, así, bastante resumidito, que la versión larga ya nos la ponen a diario en los medios de comunicación.
Solo queda empezar el 2014 con nuevos propósitos, nuevos y mejores. Esperando que podamos salir adelante y llenar las hojas de la nueva agenda con realidades, con cambios, con un horizonte algo más optimista que el que dejamos atrás.
Mi propósito de hoy, está muy claro… ¡A por el 2014!
Un abrazo amigos y familia, gracias por haber estado aquí conmigo, porque sin duda habéis sido lo mejor del 2013, y ¡a por el 2014!
Sí, amigos, Mordor está en Madrid, junto a la M30…
Vivir en Mordor es una aventura, amigos. Ya de por sí, vivir en Madrid es peligroso. No respiramos aire sino humo y mala leche, nos pasamos el día corriendo de un lado al otro para llegar a tiempo a los sitios por inercia y las diferencias entre barrios ricos y pobres son tan alucinantes y dolorosas que da hasta asco. Aunque no creo que ninguna de estas características sean exclusivas de nuestra capital, yo las sufro en mis carnes cada día y lo llevo muy mal, a mi pesar.
Mordor, mi barrio… y el de cada día más orcos… (léase esto con acento del gran Matías Prat) es junto a otros gloriosos barrios de Madrid, un reducto de perdición y miserias. Yo le tengo cariño por lo que fue, pero no se puede negar que con la crisis esta asquerosa que nos han echado encima, el pobre Mordor ha tocado fondo. Lo ha perforado y ha llegado hasta Australia.
Está en el ambiente, se palpa. Y también en cuanto pisas la calle:
– Las obras, con sus respectivos obreros y zanjas, que te cortan tu calle (así como las de paso) por un lado o por ambos, convirtiendo la tarea de sacar el coche, o volver a aparcarlo, en un milagrito de la Virgen de Lourdes o en un episodio de Humor Amarillo. La velocidad para desmantelar una calle es inversamente proporcional a la que emplean para arreglar los desaguisados causados por esas mismas obras. Y así, entre andamios, zanjas y obreritos con cascos, nos pasamos la vida.
– Las casas abandonadas, porque Mordor está lleno de edificios centenarios y que se caen a trozos. Además de ser peligrosas en sí mismas se convierten en a)centro «ocupacional» para yonquis y amigos, con lo que eso supone para la seguridad de los vecinos, y que acaba siempre en redada+ventanas tapiadas, b) centro «ocupacional» para gatos pulgosillos a los que, inexplicablemente, un vecino al que tengo localizado, por cierto, se empeña en dar de comer lentejas, cocidos y latas de comida que se encarga muy amablemente de «depositar» en el descampado de al lado (los descampados, otros que tal bailan). Por supuesto, junto a los gatos, dada la diversión, acuden bichos de todos los tamaños y especies. Normal, el fiestón es la leche.
– Cubos de la basura, o en su defecto y ausencia, basura desparramada por el suelo. En tan solo unas horas, junto a las cagadas perrunas, que para qué van a limpiar sus dueños con lo sucio que está ya todo, te puedes encontrar junto a tu puerta una tonelada de residuos orgánicos e inorgánicos (porque en Mordor no se recicla), una bañera desconchada pero aún enterita y que acabará en la casa de enfrente, un par de tablas de planchar con pegotes varios y los muebles completos de un salón con abuela incluída en su mecedora y tricotando.
No te molestes en llamar al 010 para que pongan más cubos porque como nuestras aceras tienen cerca de cinco centímetros de ancho y somos una calle pequeñita, no nos corresponde y nos toca recorrer el barrio buscando uno donde poder depositar nuestras bolsitas de basura como los zombies de Walking Dead en busca de carne fresca. Los cubos ahora son más preciados que el cobre, y aquí, que somos mucho de traficar, seguro que ya hay más de uno que se ha pasado al mercado «basuril».
Y es que aquí es más que palpable aquello que comentaba con tanto gracejo la señora Miss Relaxing Cup of Coffee sobre cómo nos hemos acostumbrado a demasiada higiene y que obviamente no, no toca recoger todos los días la basura,por favor! Panda de limpios que sois unos quijocosos! Aquí en Mordor la quería yo ver viviendo a nuestra amiga bilingüe, a ver si se acostumbraba a la demasiada porquería que nos está comiendo, y por cuya recogida por cierto, seguimos pagando igual que cuando pasaban todos los días…
– El movimiento kinki- cani- choni que a mí a veces me divierte por su idiosincrasia y su chandal como prenda de trabajo, pero que aquí confluye con muchas otras circunstancias sociales (inmigración, drogas, abandono escolar, cierre de centros de ayuda y atención, etc, etc) en choques violentos y escenas que podemos ver todas las noches en el telediario de Antena 3. Cuando no es un tiroteo en casa de una traficante de setenta años, (que ya le vale a la señora a esos años), es una lucha de bandas, redadas en el chino de al lado, o el asesinato de una mujer por su marido borracho delante de sus cinco hijos.
Y no es algo que vea solo en el telediario. Está en la calle, en la casa de la esquina para ser más exactos, a unos pasos (sorteando bolsas de basura) de distancia de la mía, y donde viven veinte personas que, por cierto, meten una bulla de impresión durante todo el año porque tienen la estupenda y muy sana costumbre de celebrar fiestas cada dos o tres días y no sienten la necesidad de tener puertas y ventanas cerradas, ni aunque sea diciembre. Olé ellos y la madre que los alumbró…
También me apena enormemente el cierre de negocios de toda la vida, que sé que está ocurriendo en el resto de la ciudad, para sustituirlos de manera automática y casi por evolución tipo pokemon en a)locutorios abiertos a todas horas con redadas cada quince días b)peluquerías internacionales y temáticas, que abren todos los días del año, a todas horas, y con redadas cada diez días c)por supuesto los chinos en todas sus variedades, todo a leuro, bares, boutiques de moda, peluquerías con final feliz y fruterías, que abren a todas horas y con redadas cada semanita o así y d)tiendas abandonadas donde se acumula la mierda y donde muchos aprovechan para echar las bolsas de basura porque, señora Botella, ¡no hay cubos!
Y así podríamos seguir si esto en vez de un blog fuera una esquela, la del pobre Mordor…
Pero bueno, para que no nos quedemos con tanto mal sabor de boca,concluyo y os dejo con esta joyita que me he encontrado sobre el cine kinki, que salió de barrios como este, y que mis padres consumían igual que ahora se ve Gandía Shore ¿no?
25 septiembre. Imagen de SERGIO PÉREZ (REUTERS), El País
Hoy nos levantamos observando una vez más, como si de la enésima emisión de Los Simpsons en Halloween se tratara, escenas de violencia entre los antidisturbios y los manifestantes frente al Congreso, que no difieren tanto de las matanzas en Siria, esas que contemplamos horrorizados como comportamiento de «salvajes incivilizados»…
Es realmente descorazonador que, en un país medianamente escolarizado, nuestras autoridades, esos a los que me duele reconocer que pagamos el sueldo y que se hinchan cual globo de feria al proclamarse «voz y representantes del pueblo» se encierren tras cuatro paredes, por muy históricas que éstas sean, para defenderse de la ira acumulada y recocida de aquellos a los que supuestamente representan. Supuestamente porque con este sistema electoral que sufrimos cada 4 años y las listas cerradas que nos impone la comandita de amigos que se reparte el país, seguimos viviendo como si de latifundios se tratara, o de reinos medievales, donde aunque tengamos el escudo democrático por bandera, las tierras (votos, alcaldías o incluso comunidades históricas) se siguen ganando en cacerías, comidas opulentas con aguas de glaciar y estipendios en forma de trajes, relojes, casas o especias varias. Asco me dais…
Una ironía auténtica que los que se encierran tras los leones aleguen que «los de fuera», esas miles y miles de personas de toda edad y condición, atacan la democracia mientras que ellos están trabajando duro por ella. Y eso lo dicen tras una muralla de escolta, como cuando Soraya, mi amiga Sora, miraba a la cámara de televisión con esa seguridad ensayada y calculada que solo da tener el poder en los bolsillos y aseguraba que allí estaban para trabajar por nosotros, como si aquellos de los que la defendían no quisieran precisamente eso, ¡que trabajen coño!
Y es que no se enteran. No se quieren enterar. Que lo que queremos es que se defiendan nuestros derechos, que no se profane el nombre de la democracia con cada discurso que nos escupen como a ignorantes, que no somos antisistemas ni antimierdas, que somos ciudadanos normales, con nuestras carreras, nuestras familias, nuestras declaraciones de la renta impecables cada año, nuestras cuentas del banco peladas, nuestras hipotecas, nuestras frustraciones diarias al ver cada día cómo tenemos cada vez menos seguridad, menos posibilidades de trabajar, menos recursos para garantizar a ancianos, enfermos y niños cuidados y una vida digna.
No. Está claro que no se quieren enterar. Y tienen a negros escribiéndoles discursos llenos de excusas vacías y atajos mentales para llenar los huecos de nuestras arcas con aire, como sus promesas. No nos engañan, ninguno. Ni el que está, ni el que estuvo, ni el que está enfrente, ni el de más atrás. No somos antinada, y ya nos tienen más que hartos.
Me van a perdonar la falta de humor a estas horas de la mañana, pero la verdad es que se le quitan las ganas a una de echarse un chiste sobre la chepa cuando ves como se desangra impunemente nuestro historial de derechos, como se nos maneja como ganado y como se nos apalea indiscriminadamente. Porque los palos que dieron ayer frente al Congreso nos los dan a todos, sépanlo ustedes,y aunque esta lluviosa mañana no llevemos las cicatrices en nuestras espaldas, notaremos los moratones en nuestra libertad, tranquilos.
PD: felicitar, eso sí, el año que ha cumplido Conciliación Real Ya, una iniciativa que ha surgido de, y por, la gente, los padres y madres reales que pasamos por aquí y que lucha por hacer compatible la vida laboral con la familiar… Algo que, por supuesto, queda muy lejos de esas falacias a los que los gobernantes llaman «su agenda». Enhorabuena, y sigamos adelante porque merece la pena mojarse el culo por algo bueno.
Protagonistas de un «Rescate Deluxe» cutre y con la Esteban como heroína de los gays (amigos gays, ¿era necesario?), vivimos de prestado por culpa de la negligencia de nuestros políticos, de la panda de mafiosos y «Bankiamakers» que se reparten nuestros esquilmados recursos, centimillos que en sus bolsillos, son millonarias compensaciones….
Nos recortan cada día nuestros derechos, y este mismo domingo ya nuestros sueldos con esto de tener que pagar el porrón de medicamentos que han sacado de la cobertura de la Seguridad Social. Si hasta vacunas para los pequeños desaparecen de las listas, y con cara de «nos la están metiendo pero bien» te vas de patitas a la farmacia a pagar como una buena madre, que eso no está en rebajas…
Nos amenazan con traernos un EuroVegas-que-te-cagas aquí al ladito, y con esta España de pandereta y Mr Marshall encima tenemos que aguantar como la Aguirre nos dice que sí, que las leyes se las pasan por ahí mismo cuando quieren, que para eso mandan ¡no te jode!, y que si los americanos quieren fumar, ¡pues que se fuma, coñe! ¡¡¡Que aquí se ha fumado toda la vida!!!
Esas chiquitas trajeadas, bronceadas, hidratadas y me apuesto que mucho mejor depiladas que una servidora, que nos dicen desde la tele, y a bocajarro, sin rombo alguno, que nos busquemos productos naturales para tratarnos los dolores, que es lo mejor de lo mejor, que su chacha es lo que le da a sus criaturas para quitarles los gases… Porque la tele es mía que si no se llevaban un buen zapatazo…
Y nos suben la luz y el gas, y los transportes. Y el Metro cierra a las doce. Y en los hospitales quitan personal y aumentan turnos. Y se cierran las empresas. Y somos carne de cañón.
Y desciende el número de hijos en España… ¿Y nos extraña?
Y los mineros recorren el país vestidos de negro, como nuestro futuro, como el humo de Lost que parece que nos está invadiendo desde hace tiempo. ¿Alguien puede tirar de la cadena, por favor?
Pero el balón sigue rodando…
(Si veis el vídeo, ojito a las caras de los espectadores… Ese niño! Vamos, que ni una sobredosis de Prozac…)
Hermanos, amigos, pródromos del parto varios e irregulares, muchos ya lo sabréis por experiencia, pero hoy tengo que afirmar que los días previos a dar a luz son, sin duda, una de las experiencias más surrealistas que la mujer se pueda echar encima…
Más que ver a Mario Vaquerizo ponerse las bragas de su mujer y luego afirmarse como un hetero muy macho. Más que el anuncio de los cristales gratuitos de VisionLab. Más, si es que eso es posible, que el «wi, wi» del anuncio del método ogino 2.0 de Clear Blue…
Y, ojo, que no lo digo en plan, «dios, me quiero morir, ¡¡¡sácadme esto ya de una vez!!!!» (bueno, un poco sí), ni tampoco como «¡¡ohhh, como adoro ser mujer en estos momentos de realización personal y corporal y cómo estoy disfrutando con cada puñetera contracción!!»
No, no lo veo ni de una forma ni de la otra. Y conste que ver, lo que se dice ver, no es que vea mucho, salvo un tripón inmenso que me ha fagotizado como persona, como mujer trabajadora y como ente cotizador a la Seguridad Social. Tripón que se va adelantando cual señal luminosa con fanfarria incluida a mis pasos y que se ha convertido en mi tarjeta de presentación allá donde voy, ocasionando que esté donde esté, me conozcan o no, y me apetezca a mí o no, se hable, OBLIGATORIAMENTE, de lo siguiente:
– La altura relativa de mi tripa (está bajísima, vas a parir aquí mismo… Ah, pues yo te la veo muy alta, aún te queda, maja).
– De lo puntiagudo de mi tripacono, que indudablemente demuestra que es niño. La ciencia es lo que tiene…
– De si llevo dos o uno solo o un regimiento de infantería, JA.
– De si estoy mejor ahora o peor que cuando nazca. Desde un «te vas a enterar con dos» hasta un «te vas a morir con dos», dentro de esa horquilla, lo que queráis.
– De que tengo la cara hinchada y los labios como dos cantimpalos.
– De que no la tengo hinchada en absoluto y estoy como una rosa de pitiminí (estos son los menos, que conste).
– De que he engordado mogollón y parezco un engendro marino en peligro de extinción por los millones de bolsas de basura que pueblan nuestros mares y de que no me voy a recuperar nunca, nunca, nunca…
– De que no he cogido nada más que tripa…
Para terminar hablando del parto/partos de las contertulias quienes, sí o SÍ, terminarán contándome si se les descolgaron los bajos al nacer su cuarta criatura, si los puntos se le infectaron hasta un tremendo reventón de pus sanguinolenta en medio de la boda de la cuñada, o de si la protagonista de la peli gore en cuestión casi se muere del dolor y cómo se rajó viva al expulsar a su primogénito de ocho kilazos sin anestesia y en plena calle porque no le dio tiempo a llegar a la maternidad. Chúpate esa.
Y todo ese caudal de información detallada y expresa sin yo abrir la boca ni decir esta tripa es mía. Ni un mísero «no sé quién … eres y no me interesa nada lo que me estás contando, chata, déjame arrastrarme en paz y llegar hasta mi orilla…»
Además de este ataque social sin miramientos, que también puede ser una reacción alérgica a la humanidad provocada por las hormonas, el surrealismo preparto se extiende a la vida en general, que se vuelve un completo desbarajuste berlanguiano en esta sociedad cada vez más inhóspita y más incómoda para el ser humano: Facebook ¡¡¡Facebook!!!! sale a bolsa y el tipo ese con cara de monguer se hace de oro cuando lo que está pidiendo a gritos es un par de puñetazos por cerebrito y por abusón; estamos a punto de la intervención y nacionalizan Bankia, pagamos nosotros la fiesta y encima los mismos seguimos poniendo el culo; nos las dan con los recortes a troche y moche en todo lo público, lo gratuito, lo sensato y lo que es justo y lo poco que queda por recortar son mis ganas de parir, ganas que, en cuanto llegamos a Urgencias y me dispongo a que me exploren a ver si a la criatura le han venido ya las ganas de ver Top Gear o la quinta temporada de Mad Men, se quedan reducidas a un par de centímetros de dilatación y a un condescendiente «anda, márchate a tu casa, bonita, que a éste aún le queda una buena temporada para saludarnos con la manita».
Y es que el niño no quiere salir, amigos, ¡no quiere y punto! Y también os digo, que no me extraña nada… porque para salir y ver el panorama…
Lo mismo, me he llegado a plantear en un momento de reflexión floja propia de una servidora, estamos ante el primer caso de embarazo regresivo de la historia y salimos en el próximo número del National Geographic junto a las hormigas zombies y la tribu de pigmeos caníbales recién descubierta en plena selva brasileña. En un giro sorprendente de la evolución humana, tipo final de Lost con su tapón del lavabo existencial, visto lo negro que está el panorama, la naturaleza se defiende ante los ataques externos de banqueros sin escrúpulos, el deshielo de los polos y los jóvenes espantajos de los bolsos de Loewe, y en cuanto llegamos a los nueve meses, a punto, a puntito de salir, plofff, nos volvemos para atrás y el cuerpo, que es muy sabio, reabsorbe al feto en un intento último de supervivencia extrema…
¿Veis como esto es totalmente surrealista? ¿Y alguien le extraña que esta criatura no quiera salir con una madre que empieza a pensar estas cosas? Si casi estoy yo también por hacerme un sitio en mi macrotripa y esconderme del mundo en un ejercicio de contorsionismo de los míos…
P.D: A «mis» bloggers del #15J, ¡sois unas campeonas! La estáis montando fina filipina y, a mi criatura no-nata pongo por testigo de que, aunque sea en forma de chapa o de holograma, ¡¡estaré con vosotras!!!
A la amiga de una amiga de una amiga mía la van a despedir. O la han despedido ya. O le están haciendo un ERE, que ahora mismo es como que te hagan las mechas, unas ingles brasileñas o las cejas, vamos, lo más normal. Todos tenemos un conocido al que han pasado por la piedra salarial, o que está punto de pasar. Y ese afortunado que antes tenía la tranquilidad vitalicia de ser funcionario, ahora le tiemblan las carnes pensando en los recortes de sueldo, en las pagas extras menos o en las transferencias a las comunidades, momentos en los que definitivamente sí que ves tu vida pasar por delante en fotogramas, imágenes digitales o viñetas de comics, da igual el formato o el color.
En el parque, con los niños, después del tema del cole, que hasta que pase el momento estacional, seguirá siendo la estrella en nuestra horquilla de edades, el tema recurrente y más manido es «Y a ti, ¿cuándo te echan, Mari? ¡Miguelito, no te comas la arena! Y qué, ¿les has denunciado ya?.» Así está el patio. Y el que no lleva meses luchando por la indemnización, de la mutua al psicológo, pasando por el INEM y el abogado y peleando, claro, con unos y con otros, está viéndolas venir mientras echan al 80% de la plantilla de su fábrica, o directamente lleva seis meses yendo al tajo sin cobrar su sueldo. ¡Seis meses!
Que hay que reinventarse, dice por ahí gente guay que bebe Aquarius en los bares. Pues sí, hay que reinventarse, machote, pero en otro país, me parece a mí. Porque lo que es aquí o tienes un cuñado en el Ayuntamiento y un padrino en el banco, o más te vale que lo que reinventes sea tu lista de créditos y préstamos.
Que hay que renovarse, dicen, crear negocio, innovar, tener imaginación, ¡emprender! ¡Coñe, llegamos a la dichosa palabrita! ¡Emprender! Y miren ustedes que lo digo como una humilde aspirante a empresaria, pero francamente, ya estoy un poco hasta los mismísimos rulos de que nos tomen el pelo con eso de que emprendiendo se sale de la dichosa crisis, amigos. Que nos venden la moto del emprendimiento como si fuera la panacea para que cinco millones de parados se busquen las habichuelas fuera del abrigo del papá Estado… Ay, espera, que olvidaba que los autónomos no tienen derecho a paro, ni a baja, casi, ni a jubilación, casi, ni a una vida, casi, es verdad, qué alentador, casi… ¡Ummm, qué ganas!
Sí, claro, por supuesto que emprender es genial, muy buena idea y muy satisfactorio. Que está muy bien ser tu propio jefe y que te puedas llamar gilipollas a ti misma en vez de a alguien casi de tu misma edad pero con seis ceros más en su sueldo. Pero insisto. No en este país. A lo mejor en Sillicon Valley, amigos, saben valorar un proyecto viable y encauzarlo, que ya no digo invertir, ¡que me conformo con no joderlo! Pero en España las cosas no funcionan así, me temo. Y eso que estamos rodeados de gente con ideas, y con ganas, y con proyectos interesantes. Un montón de talento que sube como la espuma por el cuello de la botellas hasta que ¡oh, merde! se encuentra como tapón a los inmensos culos de los gordos banqueros, de los ministros de Trabajo o de Industria o de Hacienda, o todos a la vez, que parece que se ponen de acuerdo para dificultar el curro de millones de pequeños empresarios y de autónomos con trámites engorrosos, impuestos a porrón, y toda una lista de torturas que debería recoger la mismísima Convención de Ginebra.
Pero ahhhhhhhhhhhh, no te olvides de que estás en España, colega, el país de los cuñados en el Ayuntamiento y el padrino en el banco, de los Gurtel, de los Cortina, de los Fabra, de los Millet, de los Urdangarines, de los millones de euros intercambiados entre señores con trajes en gasolineras, de las subvenciones a eventos deportivos que nunca se llegarán a realizar, de los Juegos Olímpicos que nunca se celebran pero para cuya candidatura pagamos religiosamente cada año, de las Cajas Mágicas y los 300 millones de euros que costaron y otros ejemplos indignantes de despilfarros urbanísticos que después del pastizal que han costado se cierran al público por falta de recursos o sabe dios por qué, de los aeropuertos en ciudades fantasmas, de las estatuas gigantescas y presupuestos desproporcionados, de los colegios públicos sin calefacción y de los recortes a diestro y siniestro y en el que, amigo emprendedor, si quieres un crédito o un boli del banco, ya si eso vas a tu madre y que te lo saque de debajo del colchón porque aquí, en tu negocio, no arriesga ya ni el Tato. Y que si haces un trabajo por el que pagas tus impuestos religiosamente, como un buen hijo de autónomo, tranquilo, que te comes los mocos porque a ti no te pagarán hasta que se desvele el misterio de la sábana santa, o de las caras de Bélmez… ¡Y no pasa nada! Porque estás emprendiendo, estás de moda, el Corte Inglés te va a dedicar un Día Fantástico y eres lo que se lleva, como el morado. Molas mazo.
Ya si eso, de lo de cobrar, hablamos otro día, majete…
Perdónenme el arrebato, es que dan ganas de darle la vuelta al mundo, a ver si vuelca toda la gentuza esa que nos da tanto por saco, y ya de paso, nos caen las monedillas. O las vueltas de la compra.