El día en que vuelves de las vacaciones…

Parece que se te acaba una vida pequeñita  y alternativa que, como una buda de pacotilla, has decidido «vivir» mientras vives, que para la reencarnación, si es que llega, ya vendrán otros tiempos…

Se me han acabado las vacaciones, que este año no son reales sino mentales, porque como ya sabréis amigos (o no), esta vez no vuelvo a ninguna oficina a fichar, ni a enseñar moreno, ni a contar mis batallitas o lo grande que está la niña. No, amigo, no.  Estas vacaciones son memorables porque han sido de las de antes. De las que tenían nuestras madres, las que no trabajaban, claro. De las de lapsus mental que empezaban con la página 1 de las Vacaciones Santillana y terminaban mientras forrabas los libros con el plástico adhesivo transparente. Sí, de esas, de mari de toda la vida. Pegada a mi criatura (¿o ha sido al revés?) con un efecto ventosa tal que ya no sé si yo soy la niña o la niña soy yo…

Vamos, que nos viene haciendo falta una terapia de choque. O que me toque la lotería y los euromillones, que tampoco me vendrían mal, mira tú.

Y ahora que vuelvo a mi casita, a mi barrio, a mi ciudad, con ganas de empezar una nueva temporada llena de spoilers, de cliffhangers y cameos, me encuentro, de repente, y de manera totalmente inesperada con dos descubrimientos:

– Mi casa es mucho más pequeña de lo que yo recordaba. Nuevamente (porque esto me pasa cada año, aclaro entre lagrimones amargos) me encuentro estupefacta y con la misma cara que el del Grito de Munch ante el tamaño minúsculo de mi entrada, mis armarios, de mi cocina, y de mi salón, donde casi tenemos que respirar los tres por turnos. Todo se me queda minúsculo, insuficiente, asfixiante y rematadamente pequeño. ¿En qué momento se ha reducido mi maravilla villa con patio y vistas a la M30? Porque os lo juro, que cuando yo me fui huyendo de los calores de la city, esta casa era muuuuucho más grande! Y a lo mejor alguien me dice, no sin razón, pues no te vayas, maja, y ya verás como así la casa se te queda igual de grande que siempre, que todo es quejarse… Pues sí, esa puede ser la solución a la depre espacio-temporal que vivo al entrar por la puerta. Peeeero, he de decir, que afortunadamente, este efecto secundario de los meses estivales tiene fecha de caducidad, como la memoria, que es corta y acomodaticia. Así que en dos días, mi casa es y será una vez más el mismo palacio de siempre, lo verán. Es lo que tiene la mente, que nos engaña cuando conviene. Y que dure el engaño, que dure…

– Además, me he encontrado con que mi barrio, encrucijada de culturas o reducto marginal (según el punto de vista) es hoy mucho más «multikulti»  de lo que yo recordaba. Y un rato en el parque sin escuchar ni una palabra en español me ha bastado para devolverme a la realidad a base de los mordiscos de un niño asalvajado cuya procedencia era difícil de adivinar, y a cuyo alrededor, sin esforzarte ni un poco, podías escuchar todos los idiomas de la nueva Europa, del mundo más allá y de lenguas a punto de extinguirse. Vamos, que si me traigo a mi barrio al señor Vaughan, ese hombre macilento que parece vivir eternamente en algún canal del TDT enseñándonos inglés, o intentándolo al menos, a lo mejor decide pasarse al chino mandarín, que tiene más futuro. Eso sí, una buena regañina a una tierna criatura que se come la arena a puñados suena igual en español, en mostoleño o en rumano, todo sea dicho. Que estaba yo escuchando a la Maruska echándole la peta a su retoña hambrienta y vamos, que sin diccionario ni nada, podría deciros palabra por palabra lo que la buena mujer le ha ido soltando a su criatura. Lo mismito, mismito y con el mismo tono que una servidora le hubiera largado a la suya, y que de hecho acompañó a todas las comilonas de mi criatura cubo y pala en mano. Eso sí, la suya, con más j, k y v intercaladas. Pero por lo demás, calcado.

Y tras estos dos certezas, bastante duras para la rentrée, la verdad, les abandono con un momento musical (dedicado a la nostalgia, que también tiene sonido) para ir a darme cabezazos contra las paredes mientras recalculo las distancias en éste, mi minipalacio, que mañana veré de otra forma, pero que hoy se empeña en demostrarme con crueldad que puede que menos sea más, pero que si tuviera algún metro cuadrado más, sería un menos muchísimo mejor.

12 comentarios en “El día en que vuelves de las vacaciones…

  1. Ay, maja, yo tengo la solución para q veas al instante tu casa ENOOOOORMEEEE! ponte a limpiar, ya verás, ya… jajajaja q parece q no acaba una nunca!

    Sobre lo segundo, en mi casa hablamos yo 3 idiomas (bueno, 2 y medio..) y mi no-marido-aún otros 3, pero sólo tenemos el español en común. El otro día cené con una amiga española q habla otros tantos, casada con un chico d Europa del este, como el mío, no del mismo país, pero se entenderían entre ellos y además mi amiga tiene otro idioma en común con mi churri q ni su marido, ni yo hablamos, pero yo me puedo entender en inglés con el marido d mi amiga… estoooooooooo, q lío, no? me río yo d cuando nos juntemos las 2 parejas con sendos churumbeles a quienes, of course, queremos inculcar en casa uno de los idiomas de los progenitores además del español pq el éste ya lo mamarán de nosotras,.. No sé si me hace gracia o me da vértigo :S

  2. Mi querida y nunca bien ponderada Accidental:
    El día que vuelves de vacaciones supone un backup del espíritu, y si éste se ha expandido de felicidad, es difícil encajarlo en un entorno físico. Me gusta leer de tu estado de apertura mental y de gestión de espacios materiales.
    Hermosa elección musical, como siempre.
    Tuya

  3. Mucho ánimo chata, no sabes cómo te entiendo…. a mí todavía me sigue costando la vuelta… pero como dicen las abuelas …»anda no os quejéis que en nada estáis otra vez de vacaciones!!!» Yo esto lo sigo viendo mu lejos…

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