Después de la tormenta, ha salido el sol.
Y empieza un nuevo día, un nuevo año incluso. Y seguimos intentándolo cada amanecer. Abrimos los ojos buscando nuevos despertares, comienzos cálidos, rayos azules sobre nuestras pupilas, caricias luminosas sobre las almohadas.
Vivir. Como sentir. A rachas. A bocanadas. Evaporándonos entre los momentos que nos abrigan, entre las anécdotas, entre los adioses. Viviendo. Sintiendo.
No saber. No tener. Estar solos. Desmenuzándonos entre ráfagas de palabras que nos atraviesan, entre los chasquidos, entre los deslices crueles de nuestros silencios. Viviendo. Sufriendo.
Cerrar los ojos y acurrucarse. Empieza un nuevo día, un nuevo año incluso.
Abre los ojos…
Una reflexión poética preciosa en la que se mezcla todo lo que la vida nos da, lo bueno, lo maravilloso y lo difícil.
Me ha gustado mucho. Gracias por compartir arte! Tu arte!
Muchísimas gracias! A veces soltarse es complicado, se agradece mucho el mensaje!!! Un abrazo!!
Muy cierto, todo.
Porque arrancar esa hojita de la pared con un nuevo número, de esos que van del 1 al 31, hace que levantarse cada mañana y calzarse las zapas de comerse el mundo, pese a las legañas, el dolor de espalda, las piernas entumecidas y los recuerdos broncos de la víspera rondando todavía por la cabeza, merezca siempre la pena.
😉
Y tanto, como merecen la pena tus comentarios amigo. Un abrazo que empieza… y que dura!
Siempre vi las camisas de fuerza no como lo que son, sino como una maravillosa oportunidad de conseguir y compartir un abrazo eterno, con esas mangas infinitas… 😉
Así que me uno a eso de los abrazos Duracell.