Con un Kindle bajo el brazo

Los tiempos cambian, amigos. Ahora, a los niños se les pone el CD de Mozart desde el estado fetal, el Ratoncito Pérez ya se puede ver en 3D y los Reyes Magos son una App del iPhone. Todo cambia.

Por eso, ahora en vez de con un pan bajo el brazo, mi niña vino con un kindle blanquito, reluciente y con su funda acolchada, of course.
Los primeros meses, leer lo que se dice leer así de seguido y prestando atención, poco. Si acaso, a San Carlos González y su libro sobre lactancia materna Un regalo para toda la vida y a Rosa Jové con Dormir sin lágrimas para enfrentarme con éxito a mis dos principales obsesiones maternales: el pecho y sus cosas, y dormir a Julia sin llorar sin hacerle el Estivill.

Ambas etapas pasaron con bastante éxito y entonces mi cerebro comenzó a despejarse de esa bruma espesa que te invade con el puerperio (sí, debe ser cosa de la naturaleza, porque no ves más que a tu niño entre la niebla). Y entonces poco a poco, como cuando vas saliendo de la resaca de vino malo, mi mente empezó a reclamarme contenido intelectual en el que no solo apareciesen las palabras: bebé, niño, crianza, colecho, pecho, leche, cacas, pañales, y trillones de sinónimos de este palo.

Así que ahí hizo aparición el maravilloso, el ínclito, mi adorado Kindle. Gracias a esta linda (y frágil, como he podido descubrir) criatura, mi vida cambió:

Dentro de casa: mientras le daba el pecho a Julia podía leer sin tener que moverme para pasar página, ni tener agujetas por sujetar un libro de un quintal con una sola mano; y mientras me secaba el pelo, en uno de esos escasos y preciados momentos para mí, podía apoyarlo gentilmente sobre la balda del espejo Ikea (ese espejo que mi padre decía cuando lo compre que parecía un ataúd para niños, humor de abuelo…) para poder secarme el pelo mientras leía plácidamente sin que se abriese o se pasase de página con el aire…

Además, yo no porque duermo demasiado, pero sé de quién lee por las noches con la lucecica de la nueva funda y se está sacando la carrera de Humanidades con matrícula de honor con los apuntes en el kindle mientras su niña de 6 meses duerme por las noches. Una campeona, por cierto, a la que este aparato también le ha dado un respiro intelectual y que está compatibilizando la lactancia materna con la filosofía existencialista y las obras de Goethe. Un 10 de mujer y mi hermana, por cierto.

Fuera de casa: tras incorporarme al trabajo, en ese momento en el que te reincorporas, dolorosamente, a la vida normal, te dices: bueno, al menos podré leer de camino al curro, ya que en casa me quedo dormida de pie en cuanto dan las ocho de la tarde (noche para mí). Pero claro, vas a trabajar con la comida, con el bolso maternal ese que te aparece en el armario por arte de magia y que pesa trescientos kilos, como poco, cargado de chupetes, toallitas, tres pañales y una galleta sin gluten hecha miguitas esparcida por el forro. A todo eso, súmale el libraco de turno, que cada vez los hacen más grandes y más pesados. Así que, cuando el kindle apareció en mi vida eliminamos un elemento de peso de mis viajes de «commuter» y mi espalda me lo sigue agradeciendo a día de hoy.

Además, si viajáis en metro conoceréis como yo esa experiencia devastadora para el amor hacia tu especie: los apelotonamientos mañaneros. Esos en los que se sobrepasan los límites posibles del espacio y del tiempo entre tú y tus congéneres, esos en los que analizas por milímetros la grasa del pelo de la señora que te está metiendo la cabeza entre el sobaco y el pecho, esos en los que respiras más sustancias tóxicas y desagradablemente humanas que cualquier trabajador de vertedero regional, esos en los que sale lo peor de la condición semi-humana y las ojeras, los pisotones y las sobaqueras humeantes solo pueden verse atenuadas por una buena y placentera lectura en escorzo, con una sola mano y con la cabeza grasienta de esa señora integrada dentro de tu cuerpo.

Mi kindle es, en esos momentos, un oasis de placer en medio de un desierto solo apto para amebas sin olfato…

Adoro los libros. Todos. Creo que, durante mi corta vida, me he gastado en libros el presupuesto de Andorra en publicidad de toda una década. Y siempre defenderé el libro en su soporte tradicional, no creo que vaya a desaparecer.

Pero la verdad es que con la llegada de mi hija, y la complicación en cuanto a tiempo y espacio en mi casa, la entrada en mi casa del Kindle (en sus tres ediciones, porque insisto, el kindle es condenadamente frágil y no debéis, NO DEBÉIS, meterlo dentro de una sillita antes de plegarla con él dentro, ni tampoco dejéis que se caiga en las escaleras del metro ni aunque las muy perras casi se lleven tu falda nueva por el camino… y no digo más porque todo lo demás lo diré delante de mi abogada Spi) ha sido muuucho mejor que cualquier pan que pudiese traer mi bendita criatura.

14 comentarios en “Con un Kindle bajo el brazo

  1. Pingback: Bitacoras.com
  2. Uys, que me estás poniendo los dientes largos…. Me ahorraría un pastón en libros, en cajas, y mi casa no correría el riesgo de derrumbarse por la cantidad de cajas llenas que tengo en el desván (que me dan mucha pena, pero es que no caben en la estantería ni de coña… Y los de los niños sí que tienen que caber por narices, que los «pobres» no tienen tele y se compensa con libros).

    Eso sí, no pienso tener otro hijo sólo por conseguir uno 😉

    1. Jejeje, creo que si te lo pides para tu cumple/reyes/o el christkind te lo traen también, jjjjjjj
      Anímate, a mí me ha cambiado la vida para muuuucho mejor (y no me llevo comisión, jejejeje)

      1. mmmm… sería mucha molestia recibir un mail tuyo con info sobre:

        – dónde lo sacaste
        – dónde te descargas los libros
        – están todos los que son?…

        Es que hace un par de semanas fue mi santo y mi marido no me regaló nada… y ahora que acabamos de pasar un fin de semana al caramelo (ovulando otra vez, creo ;)), me da en la nariz que hoy le puedo pedir lo que quiera… jjijijijijij

  3. Pero, jo, mari, donde esté un libro, con sus hojas de libro, su olor a libro, sus billetes de metro a modo de marcadores, sus notas en los márgenes, sus páginas dobladas misteriosamente, sus huellas de grasa o de crema del sol….ummmm… ¡¡¡¡Necesito volver a leer!!!!!!!!!!!!

  4. pues práctico sí que tiene que ser, pero no lo veo yo pa’mi… aunque tenga los libros un poco abandonados no cambio yo un buen libro, bien gordote y oloroso, por el electrónico. Por cierto, ¿no cogeremos el mismo metro? ¡ay!

    1. Eso pensaba yo, hasta que tuve en mis manos el kindle y dejé de almacenar libros en una especie de síndrome de diógenes pero literario en vez de basura, menos mal, y de repente descubrí que mi casa tenía paredes…
      Dios, el olor es lo que más me quedó del metro de París, si ese es el que coges, ánimo!!!

  5. Oh! Sé lo que dices con eso del síndrome de Diógenes y los libros. Yo me tengo prohibido a mí misma entrar en las librerías. Tengo incontinencia. Me llaman, me hablan y claro… la cagamos. Es horrible. Encima tengo un don, que es un don para el resto (que lo envidian) y una putada para mí. Y es que leo rapidísimo. La continuación de los Pilares de la Tierra cayó en día y medio, mil y pico páginas. O en una noche, no me acuerdo. En todo caso, en DEMASIADO poco tiempo. Esto es muy útil cuando estás estudiando, pero es una MIERDA auténtica cuando lees por vicio ¡menudo presupuesto! Mi marido un día de estos me dice que o los libros o yo.

    A mí los libros electrónicos no me apasionan por el concepto (yo también soy una romántica), pero ya lo que me llega al alma es lo cariiiiiiiiiiiiisimos que salen los libros en este formato. Me parece un timo lo que valen. Si es que prácticamente cuestan lo mismo que en papel… he visto algunos que se llevaban entre 2 y 5 euros de diferencia. Y por eso sí que no paso. Hasta que no estén a un precio digno, a mí dame el tochaco. Ah, y yo no soy de piratear en esto. Yo los libros estoy encantada de pagarlos si eso supone que van a escribirse más maravillas, pero claro, una cosa es que no me importe pagar, y otra que me ofrezca a que me claven la cuchillería toledana en la espalda así gratis et amore. Idealista sí, tonta (al menos rematada) no.

    1. Bueno, te diré que en amazon son bastante asequibles, eso sí, todo en inglés, pero bueno… Para leer en español y a buen precio habrá que esperar que las editoriales se bajen del burro porque ahora mismo sigue siendo muy caro…

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