Una nube en forma de señora gorda tumbada. Una serpiente que se come un elefante de una vez. Un caracol a punto de dormir. Antes de desvanecerse, la señora gorda levanta una mano rechoncha y me saluda afectuosa, dejando tras su gesto una estela vaporosa.
Desde aquí, a través de la serpiente glotona acierto a ver un gato, agazapado sobre unas tejas aún calientes. Me hace un guiño cómplice desde su tejado mientras se enciende un cigarro con descaro felino. A ninguno nos gusta el fútbol, ¿verdad, niña?
Me llegan ecos de gente gritando desde el salón.
Los ¡uyyy! y ¡ayyyy!, los ¡falta! y algún que otro insulto prohibido, se cuelan por el pasillo, cruzan la cocina de puntillas y se deslizan siseando por el suelo de mi cuarto. Los veo acercarse, con sus signos de exclamación en colores chillones, mientras trepan con esfuerzo por la pared hasta llegar a mi espalda.
Las cosquillas en la nuca me hacen reír a carcajadas. Y yo misma doy un brinco del susto. Las letras y yo nos encogemos, temerosas de haber despertado a la Nana, que duerme acurrucada en su cama. Sigilosa, como el gato que me observa fumándose su pitillo desde el edificio de enfrente, me acerco hasta su almohada. De su boca en forma de rosquilla diminuta escapan efes y erres enlazadas. Pequeñas consonantes apenas susurradas que al ascender desde su aliento, se enroscan encantadas en mi pelo y me alborotan los rizos.
Siento un hormigueo tras la oreja y al girar mi cabeza noto como caen sobre mi pijama, una tras otra, con un suave goteo, las pequeñas criaturas parlantes. Allí, en mi regazo, se mueven inquietas, dando brincos entre puntos y comas descolocados. Menudo baile se están marcando, casi me dan ganas a mí de dar saltos junto a ellas. Muevo los pies.
El gato ha aterrizado de un brinco en mi alféizar y, apurando su cigarro, me hace señas con su zarpa para que le deje entrar a mi cuarto. Le encantan los saraos. Es un gato muy vivido, se le nota. Pero no me atrevo. A fin de cuentas, yo no hablo con extraños.
Desde el otro extremo de la casa, el de los que gritan, nos interrumpen sonidos huecos. Alguien se ha enfadado y ha dado un portazo cavernoso que hace retumbar mis letras y despierta a Nana.
El fútbol se ha acabado. Y la tierra vuelve a girar en torno al sol…».
Aunque en esta fobia no coincidamos, amiga, me parece un texto delicioso!!
Lo sé, que lo tuyo es filia… muchas gracias!!
Es un gato muy vivido, se le nota. Pero no me atrevo. A fin de cuentas, yo no hablo con extraños.
Súperbonito, eso.
Gracias Inma!
Qué buen texto.
Mónica a través del espejo 🙂
🙂