Un día.
De aquí para allá, corre, sube, entra, sal de trabajar a tiempo para no llegar ni tarde ni temprano a la guardería, recoge a la niña sin que se tire del carro por el camino que está mal visto, no pierdas tiempo en la compra (las cajeras no son tus amigas y no les interesa por qué llora tu hija), no te olvides de la lista para el súper, siempre hace falta lo que no has apuntado, recuerda llamar a tu abuela, ten a punto la ropa para el día siguiente, toca poner la lavadora, no mezcles color y blanco, hazte la comida para la semana, separa el plástico y el vidrio de la basura, explícale a tu hija por qué no se comen las puntas de los rotuladores, dibújale doscientas flores de varias clases y tamaños hasta que por fin se canse de los plastidecores, revisa el correo por si entra algo muy urgente que no podrás hacer, contesta algún email intrascendente que te apetece tan solo por hacer algo intrascendente mientras te apagan el ordenador en medio de una frase, no repitas en la cena de la niña lo mismo que le han dado de comer ese día, termínate tú su cena para no tener que tirar lo que se deja, no pises los miles de cacharritos de cocina, piezas geométricas, muñecos calvorotas y libros de imanes que inundan el suelo de la casa, si evitas un esguince mejor que mejor, no te pongas nerviosa si ella sí pisa o en su defecto se lanza varias veces encima de los miles de cacharritos de cocina, piezas geométricas, muñecos calvorotas y libros de imanes que inundan el suelo de la casa, comparte con tu «santo» el momento del baño entre charlas, patitos de goma, llamadas varias de teléfono o castigos «mirando a la pared» , canta la canción de «a guardar» para que tu hija recoja los miles de cacharritos de cocina, piezas geométricas, muñecos calvorotas y libros de imanes que inundan el suelo de la casa, persíguela por todas las habitaciones para encasquetarle el saco y meterla en la cuna, róbale un par de besos en todos los morros antes de irse a dormir, despídete sintiéndote culpable por sentirte aliviada de que por fin se vaya a dormir, cierra la puerta sin mirar atrás mientras suena la musiquita del intercomunicador y….
Desconexión cerebral.
Chapeau. Qué gustico da encontrar seres de tu misma especie, de esos que tendemos a nulo poco antes de dar las diez…
Cierto, es muy reconfortante poder compartir defectos y sentido del humor para sobrellevarlos y así «sobrellevarnos» a nosotras mismas, jaja