El invierno vendrá, casi en primavera

Reconozco mi profunda admiración y respeto por George R. R. Martin. Este buen hombre me está regalando algunos de los mejores momentos ilustrados de los últimos tiempos. Y es que la saga de «Canción de Fuego y Hielo» es de esas lecturas que cuando das por terminada es como si despidieras a alguien de la familia, has pasado tantas horas viviendo y sufriendo con y por ellos, conoces sus fortalezas y sus debilidades… Y todo ello con una narración ágil, bestia diría yo, y mucho más terrenal ,y sucia, que algunas de las obras de fantasía más conocidas, como «El Señor de los Anillos», en la que Tolkien consiguió no solo plasmar con belleza una epopeya de culto, sino también recrear un universo bastante más complejo y elaborado, y por ello también mucho más denso y duro.

No podría elegir entre una y otra, entre otras cosas porque la de Martin todavía está incompleta (tiene a medio mundo salivando a la espera de que consiga terminar la saga, todavía le faltan tres de las siete proyectadas). Pero desde luego en cuestión de sensaciones, la de éste último es mucho menos poética, menos compleja en sus descripciones, menos historiada. Pero lo que pierde como obra de referencia de la literatura universal, lo gana como aventura trepidante, como retrato de las emociones humanas, con unos caracteres fuertes, de contrastes salvajes, de diálogos rápidos y punzantes, y en los que no hay lugar para mucha poesía y sí para mucha sangre.

Dicho esto, espero con «ansia viva» el estreno de «Game of Thrones» el 17 de abril en HBO, una cadena norteamericana que me ha reportado más que alegrías durante el último año: Mad Men y Rubicon son dos obras maestras en dosis exquisitas de 40 minutos que han compensando con creces mi escasez de tiempo y de ganas para vez películas de dos horas del tirón.

Por ahora me conformo con las «promo» que van soltando como anticipo y en los que podemos ir conociendo el casting, del cual a día de hoy tan solo tengo un pero: la elección de Sean Ben como Eddard Stark, el patriarca de los «lobos del norte», no sé aún si me parece acertada o no. No dejo de verle como Boromir. Y no sé si eso es o no recomendable, precisamente por los paralelismos épicos de ambas historias. Cierto es que estos dos personajes no tienen nada en común, por lo que quizás sea una buena oportunidad para este actor para demostrar que puede superar estas expectativas. Lo veremos.

Y solo confío, y rezo, para que en este trasvase a la pequeña pantalla sus responsables sean fieles a la historia, que lo merece, y no sacrifiquen ni tramas del libro ni personajes en pos de la espectacularidad o, peor, de la audiencia, como ha pasado con The Walking Dead donde la invención de hilos argumentales mucho más «sentimentaloides» y de personajes salidos de la nada (y no quiero hablar de cierta residencia de ancianos porque me enciendo) me obliga a plantearme si cualquier parecido con los cómics en los que en teoría se basan no será más que pura casualidad.

Por dios, que llegue ya el invierno, y que cuando lo haga, sea en condiciones, porque en esto sí que HBO se la juega. No están revisando cualquier panfleto polvoriento de una biblioteca escondida, sino una de las obras más leídas de los últimos años, una de las imprescindibles para los amantes de la literatura fantástica. Todo un reto.

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