15M: La generación indignada

¿Valdrá para algo este revuelo? ¿Servirán los gritos y las pancartas para que alguien allí lejos, donde se manda, se den cuenta de que estamos hartos? ¿Es ésta la reacción que sigue a la indignación?

Ayer quedó claro que mi generación y alguna otra más no quiere seguir por este camino de fracaso, de frustración hipotecada, de borreguismo ignorante y fines de semana dentro del centro comercial. Estamos cansados de no tener más remedio que esconder la cabeza para no ver el desatino, el desastre, que esos que se hacen llamar políticos están sembrando en nuestro país, y a nuestra costa, por supuesto.

Nos están privatizando la sanidad y la educación, dos pilares de nuestro tan vendido bienestar, nos están recortando los avances sociales y laborales que tanta sangre y sudor costó alcanzar, nos venden que escolarizar a nuestros hijos nada más nacer es algo sensato y productivo, y nos están haciendo pagar las deudas de unos bancos especuladores que pese a haber fracasado estrepitosamente en su trabajo (yo me pregunto qué pasaría si cada uno en su trabajo cometiera los fallos garrafales que les han llevado a todos estos a tener que ser rescatados por los gobiernos? ¿a vosotros no os darían la mayor patada en el culo vista jamás?) siguen decidiendo nuestros destinos con créditos imposibles, condiciones enrevesadas, millones y millones de bonus  y beneficios para sus directivos(por especular con nuestro dinero, ¡no lo olvidemos!)  y siguen marcando el rumbo de la política.

Nadie se cree ya, y si lo hace que se quite la venda, que los gobiernos hacen lo que hacen por nuestro bien. Eso quedará para los pensadores, para los utópicos, para los soñadores. Porque para mi generación y para otras cuantas, la realidad es bien distinta. Es la economía la que nos controla. Las leyes del mercado y sus señores, con sus demandas, sus imposiciones, sus privilegios y sus marionetas, los políticos, los que nos están llevando por este camino. Y los que nos dicen, tranquilos, la crisis pasará, volveréis a comprar casas y coches y viajes, que no podéis pagar, con créditos que vuestros hijos heredarán y que adornarán vuestras lápidas con los TAE y los EURIBOR que os quedarán por abonar.

Indignez-vous! de Stéphane Hessel, La doctrina del shock de Naomi Klein o Reacciona de gente cabal como José Luis Sampedro, Federico Mayor Zaragoza o Baltasar Garzón, vienen a darnos la razón. A llamarnos a la acción. A que veamos más allá de lo que nos cuentan. A que recuperemos algo de nuestra dignidad vendida a cambio de un interés del 4%. Tal vez sólo sean palabras, y no motiven a toda una generación a cambiar el destino de una nación en decadencia. Pero son unas palabras coherentes, con sentido, llenas de verdad, de realidades dramáticas como las que están viviendo, por ejemplo, los millones de personas en paro, que va a llegar a cinco en dos «patás».

Son palabras hirientes que como poco tendrían que llevar a los millones de escépticos, entre los que siempre me he encontrado, tengo que reconocerlo, a plantearse otra actitud que no sea la desidia derrotista y el ir tirando.

La verdad es que la cosa pinta mal, no podemos engañarnos. Solo hay que echar un ojo a nuestro país, que se moviliza más por un clásico R. Madrid- Barça o por defender a Belén Esteban frente a la Campanario que para levantarse contra escándalos políticos como todo lo que está pasando en Valencia con Camps o en Andalucía con Chaves, por no enumerar uno a uno las «fiestas» en nuestro honor que se pegan los mandamás cada día.
Y si miras más allá, a ese reducto irreal llamado Europa, flipas con los alemanes donde es best-seller un tipo llamado Thilo Sarrazin con un panfleto que culpa a los inmigrantes de todos los males germanos, y del mundo casi, (¿no nos suena a nada ese pensamiento?). En Italia siguen eligiendo como presidente a un esperpento operado y mafioso, que mientras maneja el país entre empujones a golpe de viagra, se juega a piedra, papel y tijera con Francia el destino de miles de refugiados llegados en patera a las costas italianas. Una Francia que por su parte echa humo entre otras cosas alucinando con el candidato a quitarle el puesto a Sarkozy, el insigne y reincidente Strauss-Kahn, ni más ni menos que actual director general del Fondo Monetario Internacional y acusado de tocar algo algún otro fondo no monetario este fin de semana. Alucinante, ¿no?

Y no hablamos de la escalada de los partidos de extrema derecha en Suecia, el mirar hacia otro e indiferencia de los «neutrales» suizos, o las cosas de Portugal, Grecia o Irlanda, que están lo bastante embarrados con pagar la deuda de esas «ayudas» tan majas como para pensar en cosas más mundanas…

En fin, que el panorama es desolador. Y que con este ambiente general lo que nos pide el cuerpo es meternos debajo del edredón.

Pero, por suerte, también existe Islandia. Y los individuos con voz y voto. Y la indignación en respuesta. Y la dignidad de un pueblo.

Se acerca el 22M y no soy partidaria de consignas. Estamos en plena campaña y las promesas electorales llenas de florituras y bondades llenan carteles de 2×2 en nuestras calles.

Ayer, sin embargo, las calles se llenaron de gritos a favor de la dignidad. Y ayer me sentí orgullosa de mi generación, al menos durante un rato. Y no porque se lleve, ni porque un grupo de modernos se haya echado a la calle en vez de tirarse en la plaza de La Latina.

No soy partidaria de consignas, ni yo misma las sigo.

Pero hoy más que nunca…

 Leed. Informaos. Pensad.

El «hostión» de mano vuelta

Está la cosa muy chunga.

Eso es lo que debe haber pensado el pirado de Gadafi al ver su salón «ampliado» y con vistas a los tanques más cercanos.

Y aunque no quiero entrar en el  «te lo estabas buscando, pirao lleno de botox y excéntrico de mierda», si me apetece recalcar que, independientemente de que se lo merezca o no, aquí la señora Comunidad Internacional ha hecho las veces  del padre aquel que presume de hijos ejemplares delante de sus amigos mientras se echa sus partiditas de paddle, que les ríe las gracias mientras sus pequeños, «asalvajaos» perdidos, se encaraman sobre el peluquín del de la mesa de al lado en el restaurante de turno, o que se atreve a encararse con el profesor del colegio cuando éste le comenta lo «molesto» que es que su Miguelito vaya grapando el trasero de sus compañeros…

Pero es también aquel padre el que, en el único minuto en el que le dedica verdadera atención a su mocoso, le mete el hostión del siglo (magnitud 9,7 en la escala hostiómetro), en el que le empotra los dientes en el fregadero por haber metido los palillos en el enchufe del baño o haber abierto el grifo de la bañera para que la radio portátil del abuelo pudiera hacerse unos largos porque no le compraban el último juego de la PSP.

Vamos, resumiendo: tiranillo en potencia, padre ignorante e incompetente, medida desmedida e ineficaz.

Lo mejor de todo es que, según EEUU, «el vicealmirante William Gortney, […] insistió en que el objetivo de la coalición no es en ningún caso abatir al dictador«. Espectacular golpe de efecto, ¿no?. Vamos, que ha sido un hostión en toda regla, pero con cariño, con la mano vuelta para que duela menos…

Mira que me leo todo lo que pillo con la esperanza de comprender algo este galimatías que nos han metido en Oriente Medio. Lo intento, y lo intento. Pero al final lo único que tengo claro es que, de todos los que están saliendo como ratas al notar el humo, no hay ninguno bueno.

Pero desde luego sigo sin entender esta «metodología educativa» que se gastan los amigos aliados, esos que se denominan «los buenos». ¿No decían los expertos que una buena bofetada a tiempo no es un gran recurso pedagógico?

Periodismo tocado y hundido

Acabo de ver las imágenes en exclusiva que El Mundo ha publicado sobre la repugnante intervención del viernes pasado en el programa de Ana Rosa Quintana de la mujer de Santiago Del Valle, intervención en la que, «por sorpresa», este personaje incalificable rompió a llorar y declaró la culpabilidad de su marido ante las cámaras. Una culpabilidad que había negado ante el juez durante el juicio. Una culpabilidad que por otro lado su esposo llevaba escrita en la frente. Pero eso es lo de menos ahora. Porque el circo se alimenta de estos giros sorprendentes. Las fieras carroñeras en el plató se lanzan sin dudarlo a la carnaza, despedazando sin el más mínimo atisbo de conciencia, la poca, escasa o nula credibilidad que queda del periodismo televisivo, del circo de los horrores televisivo al que nos tienen ya acostumbrados.

Sin haber visto estas imágenes ya me pareció obscena aquella escena en directo. Cuando en medio del cotilleo y la frivolidad se levantan de un salto, enseñando eso sí las medias de dragones bien para que se vea lo moderna y estilosa que es una, y se plantan en la mesa de «las cosas serias», como quien se quita el chándal y se pone el vestido de Armani. La misma porquería con otros apellidos. Y así, como quien narra la pasarela Cibeles, conectan con la llorosa esposa del asesino. Y así empieza el espectáculo, el teatrillo de títeres, en el que el espectador, incrédulo, ha de contener el vómito ante tal demostración de basura.

Y ahora, para aumentar la ya de por sí ingente indignación, contemplo con estupor (aunque tristemente, no el suficiente) cómo estaba todo preparado. Como habían estado todo el día con la señora, pagándole el hotelito, llevándola al bar a tomarse el cafelín, impidiendo que hablase con otras cadenas, grabando sus desmayos, sus balbuceos incoherentes, sus confesión entre lloros de cómo habían destrozado la vida de una familia, guardándose como lobas en celo la exclusiva, con los colmillos fuera ante cualquiera que dignase acercarse. Y mientras en plató actuaban con semidignidad, intentando darle a ese despropósito una patina de profesionalidad abrillantada, un barniz ético muy poco defendible, detrás de la cámara, casi podían oírse esas manos frotándose con satisfacción jubilosa. Qué asco.

Ya pueden decir misa para defenderse de esto. Ya pueden acusar a la productora, a la reportera, a la portera, al taxista, o incluso al público por aguantar y ser cómplice de semejante truño. Ya podéis buscar las vueltas. Porque esto se acaba.

Y el barco se hunde, con AR, con ER, o con la madre que los trajo.

El agua que bebemos

Hace poco me comentaba un amigo metido en estos temas medioambientales que los fines de semana, las empresas, las grandes y las pequeñas,  aprovechan para descargar en los ríos todo tipo de sustancias tóxicas.

Y lo peor de todo es que esto se hace a sabiendas, vamos, que quien tiene que ocuparse de que no ocurra lo sabe pero mira hacia otro lado. Hacia sus bolsillos probablemente. Sigue leyendo