Tabla de ejercicios de la madre currante (part one)

Ante todo, vaya por delante mi admiración para quien, además de ganarse el jornal por cuenta ajena o «propiamente» propia de forma que además de satisfacer sus necesidades materiales pueda demostrar que es algo más que una chacha,  llevar a sus hijos aseados, sin mocos y con la cartilla de vacunaciones al día, organizar y controlar una casa, con sus comidas, sus armarios llenos de ropa, sus plantas sin que se sequen, y sus planchas de varias coladas, en definitiva, que además de todas esas tareas que puede llevar a cabo una fémina simultáneamente en tan solo 24 horas, ésta vaya y haga el milagro de multiplicar los panes y los peces y saque tiempo para cuidarse el cuerpo.  Y no hablo solo de depilarse, que también. Sino de ir al gimnasio varias veces a la semana, o de salir a correr, o de apuntarse al equipo de baloncesto del barrio. Vamos, lo que viene siendo hacer deporte así de forma regular y continuada.

 
Pero no, yo no soy de ese grupo de esforzadas luchadoras. Que lo intento, no se crean. Y hasta a veces pregunto los horarios en el gim más cercano, o me planteo, me imagino, lo que sería salir a correr por mi cuenta. Pero es tiempo perdido, lo sabe la rubia neumática que me da la tarjetita con las clases del «Kimura» y lo sé yo cuando guardo la tarjeta junto al taco de descuentos del DIA. No soy un animal de gimnasio y ya está. Y no sacrifico mis horas de sueño por casi nada en el mundo. Ya sea una clase de biotraining, un partidito de badminton o salir a correr esquivando cacas de los perros de los vecinos (esto leído a sí puede resultar ofensivo para mis vecinos. Y debería serlo, ojo).

Pero para mí, así como para todas aquellas mujeres a las que el devenir diario, la pereza existencial y el «no tengo tiempo ni para peinarme» les impide cultivar algo más y mejor su faceta física-deportiva-fitness in general, aún queda algo de esperanza. Aquí va una tabla de ejercicios de periodicidad a decidir según las necesidades, para mantenerte en forma sin renunciar a tu faceta «pasota-intelectual-agotadaypunto» y que he dividido en dos partes (o más) por su extensión y complejidad:

Algunos ejercicios en casa, o «indoor«, que me mola más

La casa puede ser, como dirían los libros del Club de las mujeres obedientes  que han creado en Malasia, el imperio de la mujer, su castillo, en el que atender diligentemente los deseos y necesidades de su hombre y sus vástagos. Pero en mi barrio es un marrón, y de los buenos. Y tampoco es que vayamos a matarnos para que salga en portada de Casa & Estilo, pero recogidita hay que tenerla, por las visitas y eso. Así que, ya que no nos queda más remedio, aprovechemos el tiempo mientras despejamos de pelusa nuestros suelos para poner a punto nuestros cuerpos turgentes en pos de mejores ocasiones de despiporre y jolgorio.

Sí, también está la Wii Fit, pero es pensar en sacarla de la caja y montarla y ya me canso, porque si lo tengo puesto siempre mi santo y yo tenemos que salirnos del salón. Además, mi hija tiene el «efecto velcro» muy bien desarrollado, y a cada cosa que hago que involucre un mando de la tele y cacharros tecnológicos, me la encuentro pegada, literalmente a mi torso, lo que suman trece kilos a mi anatomía. Así que pese a estar muy bien y ser muy relajante (aunque un poco cansinos y lentitos para el poco tiempo que yo tengo), a mí la Wii Fit se me queda en una utopía, una ilusión, una sombra, una ficción.

Flexionar bien las piernas al hacer las camas y meter los embozos. Nada de espaldas encorvadas, compañeras. El secreto de unas buenas «sentadillas» está en los muslos y los contramuslos bien prietos. Si lo vuestro es edredón, lo tendréis en un periquete. A las clásicas de sábanas y mantita, a currar un poco más. Apretad el culo y los dientes a partes iguales mientras pensáis en qué hace vuestro santo en estos momentos y por qué no ha dejado hecha la puta cama antes de partir hacia el deber.

Las lavadoras, momentos «tendimiento» y plancha posterior van asociados ineludiblemente a la flexibilidad de piernas y rodillas y la agilidad de brazos para separar el blanco del color y lo que va a desteñir, seguro, de lo que no saldrá nunca, como esa mancha de fruta de los baberos de la niña. La espalda en este paso es fundamental que siga erguida y, por supuesto, el culo siempre apretado pensando en la cantidad de ropa que lavas desde que te has «enfamiliado», cuando tú antes ponías un lavadora a la semana, y casi que era de media carga.

De puntillas, estirarás la columna como una loca para dejarte las ventanas y persianas limpicas como una patena. Aprovecha esta fase de tu faena para ejercitar esos brazos lacios que se te han quedado, mientras tú misma te repites: así, Mari San, dar cera, pulir cera… Aquí también apreta el culo, rítmicamente si te hace más ilusión, mientras piensas en la perra de tu amiga, la soltera, que está en estos mismos momentos, de farra en La Latina, sin pensar en el mañana…

Lavar los platos, o en su defecto, vaciar y rellenar el lavaplatos. Piernas, glúteos y brazos son la clave. Y si laváis a manita, mientras lo hacéis, es muy útil a la par que entretenido realizar tan divertida labor mientras ejercitas esos músculos desconocidos de los que te hablan en el embarazo con el famoso Kegel y sus apretones. Si no conoces la técnica, de la cual se hablan maravillas en los cursos de preparación para el parto, aquí están bien detallados, con dibujos a color, y una amplia explicación de cómo, cuándo y para qué están indicados.

Ejercicios para el camino hacia el curro, o «outdoor»

Oportunidad de oro para varias cosas de las cuales nuestros niños, tiernas criaturas, nos alejan sin darse cuenta: pensar, leer, cotillear la conversación de los de al lado, dormir, desayunar, y… sí, señoras, ¡ejercitar nuestros pechos, caderas y piernas con entusiasmo!

Las madres no currantes, no por eso menos merecedoras de un cuerpo de escándalo, reconocerán que ésta es una oportunidad de oro para todas estas actividades. Pero no pierdan ustedes el ánimo y el espíritu, porque cualquier excusa es buena para salir en soledad del nido familiar: peluquería, ginecólogo, incluso dentista, diría yo, todas ellas tan buenas como cualquier otra para mover con ímpetu el esqueleto y seguir apretando los glúteos con viveza y dinamismo.

En el coche, poco puedes hacer más que armarte de paciencia. Sí, también puedes apretar aquí el culo, bien visto.

En el transporte público, si es metro, lo tienes superfácil: ¡las escaleras son tus amigas! No, las automáticas, no, ni siquiera en las estaciones de la circular, en las que parece que sales del mismo infierno, y no solo por el calor. Si quieres que tu culo esté tan duro como tus callos, ya sabes, recuerda que cada escalón cuenta.

Si vas en autobús o tren, y tienes agarraderos a tu alcance, no lo dudes. Aparca el libro por un rato y lánzate como una posesa a hacer anillas, a lo olímpico y con ansias. También los abdominales pueden ejercitarse de forma sibilina y silenciosa, de pie, y colgándonos de las barras. La clave está en contraer los abdominales inferiores y concentrarnos mucho, como cuando intentamos calcular lo que nos devuelven en la Renta. Claro, si estáis petados como siempre, limítate a apretar el culo y a sonreír, que dicen que además de mejorar el karma también te beneficia lo suyo.

Si vas en bici, cojonudo. Hazte con un kit de muda limpia para la oficina, un buen desodorante y el seguro a todo riesgo. No voy a perder el tiempo enumerando las ventajas de ir en bicicleta todos los días, pero vamos, se te va poner un tipito de impresión. Y si llevas detrás la sillita para el crío, mejor que mejor, más peso que contrarrestar. Puedes apretar el culo también aquí, sobre todo si, como es habitual, los coches te asedian de improviso creando oportunidades varias para que te suban las pulsaciones a más de 200.

Y si vas andando, pues estupendo. Sigue el ejemplo de las bandadas de mujeres en chándal que salen a las cinco a tomar las calles de la periferia, y anda siempre como si te estuvieras meando, «atometer». Por las zonas buenas, de postín, se han visto señoras calzando unas zapatillas de ondeantes plataformas que, según ponía en un cartelón del Corte Inglés te ayudan a adelgazar. Yo esto lo ignoro. Pero desde aquí lanzo una llamada de auxilio a los diseñadores de calzado deportivo. Porque adelgazarán o no, pero son feas de cojones.

Ah, y apretando el culo, of course.

Y continuará otro día, si WordPress quiere, con muchos más bricoejercicios y chupiconsejos para el día a día de la mari que trabaja.

12 comentarios en “Tabla de ejercicios de la madre currante (part one)

  1. menudo recopilatorio niña! creo que voy a sentarme, que me he fatigao sólo de leerlo… y me recuerda la montaña de plancha que tengo esperándome y la pila de vajilla por fregar desde que tengo las canalizaciones atascadas (literal, no figurado eh?), los consejos de la fisio que me hizo la recuperación del perineo tras el parto (pagado por la seguridad social gabacha, bien évidemment) y en los dos días que me dio fiebre y me levanté a las seis de la mañanq para hacer aerobic delante de una pava de la tele… ay que me agoto…

    besos!

  2. Qué bueno!!!!!!! Oye, pues tiene todo su aquel. Lo que más me ha gustado es eso de ir siempre como si te estuvieras meando…. ah coño, es que siempre me estoy meando.

  3. jajaja
    yo también soy de las que huyen de los gimnasios!!
    A mi me gusta mucho el out door «compring» volver de la tienda cargada de bolsas fortalece mis biceps, triceps, y por supuesto nunca me olvido de apretar el culo!

  4. Mi querida Accidental,
    Opté por apretar el culo tantas veces como tu post, y creo que la gimnasia pélvica de hoy la tengo cubierta, pese a la pereza que me da.
    Yo vivo en el rural-rural, y salir a las 5 de la mañana o de la tarde a correr es una pasada: los perros están sueltos, y las zapatillas son necesarias para no morir atacada en los tobillos (no me saques el tema ordenanzas que es pura falacia); añadiendo a ello cómo sortear cacas de caballo (ergo, no importa que las zapatillas sean feas). En cuanto a la bici, jujú, llevamos casco y resulta más peligroso si cabe que ir en moto, porque la velocidad está en tus piernas, y has de huir de coches (el 85% de los accidentes mortales se dan en el rural por ir a 70 en corredoiras de 30) y de los antedichos perros.
    ¿Cómo mantengo mi cuerpo de odalisca?, pues dejando las cosas olvidadas al subir por la típica casa del rural con tres plantas y muchas escaleras, queu añadido a lo que tan fantásticamente has explicado de sentadillas y demases. Pero yo siempre he dicho, que lo mejor, lo mejor, es hacer el amor con regularidad, nada de «hoy estoy perezosa»… gimnasia total.
    Mi infinita gratitud por tu fantástica inserción; me has alegrado el resto de la mañana.

    1. Jajajaja, estupenda, amiga coherente!!!! lo tuyo tiene mucho mérito porque las cacas de caballos por lo general parece que se mueven mientras caminas y hasta que no pisas una no se quedan a gusto…

      La parte amoroso-festiva, como tú muy acertadamente apuntas, adelgaza y da bastante alegría al cuerpo, y va para el segundo definitivo post , que no me cabía todo en una lectura del tirón sin respirar, jejeje

      Muchas gracias por el comentario, me he reído de lo lindo con tus andanzas rurales y tu cuerpo de odalisca, buena moza!
      Abrazos para el norte!

  5. Yo me he incorporado al mundo del deporte tras casi 18 años de ausencia hace casi dos años: ahora hago taichi y defensa personal, pero vamos que esos temas generan un hambre atroz, cariño.
    Y la tripa que ya no es gorda, sino blanda con vida propia me acompañará de por vida…no hay abdominales que me la quiten.
    Como bien dicen por ahí, como follar no hay nada…pero bueno, con niños pasa a la etapa de adolescencia, a esconderse para que no nos pillen.
    Aprentando el culo, os saludo.

    1. Jujú… que no te pillen ¿eh?. Parecemos monjes budistas; contorsionistas del amor en el más absoluto silencio; nos decimos lo mucho que nos gusta o lo que necesitamos, casi por telequinesia y siempre-siempre y como mucho, al alba, no vaya a ser que el duende baje las chipicientas escaleras de una planta a otra, para ver lo que denomina ella «momento íntimo».
      ¡Qué bonito era cuando te secuestraban y te hacían/decían hacías/decías barbaridades!. Peajes de la madurez matrimonial, supongo.

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