Empezar el día dejando a tu hija llorando en la guardería no es lo más gratificante que te puedas echar a los hombros para irte a currar con alegría.
Si a eso le añades una sesión intensiva de escorzamiento forzado en el metro que bien podría estar incluido como ejercicio de alguna tabla de pilates, y que además llueve y todo el mundo está de un humor tirando a gris a tu alrededor, incluyéndote a ti mismo, pues ya tienes la jarana montada.
Lo de la guarde es un pensamiento recurrente, porque a pesar de estar bien convencida de mi necesidad de salir de casa y de no dejar de trabajar a pesar de ser madre, no dejo de sentir unos pinchazos en el corazón que, según el día, pueden ser más o menos sangrantes. Supongo que este sentimiento viene de oficio desde el día en que tu hijo llega al mundo, o incluso antes, pero esa certeza no termina de apaciguarme aunque sirva de consuelo.
Y es que, al menos para mí, esto es un debate de esos en los que no gana nadie pero todos gritan mucho. Cuando me llegan comentarios, o leo por ahí, las virtudes de la crianza en casa junto a mamá, siempre me vuelven las palabras de mi madre: Lo peor que he hecho ha sido dejar de trabajar. Y, esa mezcla de amargura y fracasada resignación, me sirven como azogue cuando la culpabilidad por dejar cada mañana a mi hija en otro sitio que no sea en su casa junto a mí me invade.
Me gusta mucho mi trabajo, y necesito trabajar, no sólo económicamente, sino como extensión de mi personalidad. Pero, cuando leo que los niños que están en la guardería se vuelven más agresivos entre otras cosas, no puedo evitar sentirme muy triste por esta situación en la que se te obliga a decidir entre ser madre en casa o ser madre trabajadora, entre ser buena o mala madre, a fin de cuentas, que es lo que rezuma desde el fondo…
Y, francamente, me niego a admitir esa premisa. Podría dejar de trabajar durante unos años, centrarme en la crianza y el desarrollo de mi hija con total exclusividad y, seguramente, saldríamos adelante, con más o menos apuros, pero saliendo, seguro. Pero, lo cierto es que ni siquiera me lo planteo. A pesar de esos momentos de mala conciencia, no puedo concebir mi vida sin currar, sin tener que salir de casa o dedicar unas cuantas horas a algo que no sea mi hija o las labores de la casa.
No puedo ni quiero, la verdad.
Entre otras cosas, porque tengo la gran suerte de tener una jornada reducida, que podría reducir más si quisiera, y que me permite airearme unas horas al día para volver a la carga y dedicarme en cuerpo y alma a mi hija desde las cuatro menos cuarto de la tarde.
Otra cosa muy distinta y que me evitaría tener que escribir este post sería si en España alguien en un puesto de poder, en vez de llevárselo todo y más, tuviese dos dedos de frente y cambiase las cosas para que de una vez, España dejase de ser un país atrasado en muchas cosas y entre ellas la reglamentación de la baja maternal y todo lo relacionado con la conciliación de la vida laboral y familiar.
Si tuviésemos una baja maternal de un año como disfrutan, y nunca podría elegir mejor la palabra, en algunos países europeos, si se pudiese realmente compatibilizar la maternidad con el trabajo con mejores horarios y posibles alternativas a desplazarte cada día a una oficina a media hora mínimo desde tu casa, entre otras muchas cosas, es posible que las guarderías no fueran, como son, la solución y el problema a la vez.
De regalo por aguantar el tostón, unos minutos musicales. Iba para triste, pero según ha ido pasando la mañana ha remontado el sentimiento tontorrón, y me quedo con algo sublime para terminar la ascensión.
… para ayudar en la remontada: tienes un regalo musical donde tú ya sabes..
Ohhh! qué suerte tengo…!!! 🙂
Buena reflexión, y buena decisión. Yo añadiría otro elemento: Durante la enseñanza un elemento muy importante es la diversidad de estímulos, y el vivir varios ambientes donde se reciben estímulos muy diferentes es muy importante. Y no me refiero exclusivamente a la hija, también a la madre 😉
Sí, no siempre tenemos en cuenta a la madre, pero importa, sí… eso sí, hablando siempre desde la ignorancia en la que vivimos 🙂 gracias!