Hoy es mi aniversario en esto tan loco que es compartir vida y definitivamente no soy una persona de aniversarios. Se me olvidan. Cada año pienso antes de que se acerque que éste SI, éste va a ser el año en el que voy a completar la fase de maduración y me saltará mi propia alarma. Seré por fin una pareja funcional y cumplidora.
Pero la vida se empeña en demostrarme que eso no llega, y cada 4 de marzo, mi santo me sigue felicitando a primera hora de la mañana, mientras yo intento saber por qué, quién soy, qué hago en este mundo y dónde está el café. Tardo décimas de segundo pero las suficientes para volver a caer una vez más en mi propia trampa y decepcionarme a mí misma: no soy una persona de aniversarios.
Podría decir que es porque para mí cada día es único y da igual que llevemos 14 años o 48 (EN REALIDAD SON 15). Y eso quedaría muy oportuno. Salvaría el día. Me libraría de la presión externa y me rebelaría como buena inconformista de salón ante la enésima prueba para demostrar noséqué a la que nos sometemos voluntariamente.
Pero, para qué mentiros en un viernes nublado, pero viernes al fin y al cabo.
La realidad es que tengo mala memoria y no soy una persona de aniversarios.
Menos mal que mi santo tiene mejor memoria que yo y parece que sí es persona de aniversarios.
Menos mal que le da igual que yo no lo sea.
Y menos mal que me pone el café a calentar antes de que me levante.
Te quiero, santo. El año que viene me acordaré, ya verás… Voy a seguir intentando ser mejor.
(spoiler: no me acordaré. Feliz viernes y un Nutini para los que queréis bailar en pareja hoy, despacito y agarrados, sea o no vuestro aniversario).