Cuidado en la bajada

Imagen: Scott Goodwill (Unsplash)

Algo que siempre me ha sorprendido de andar en las montañas es que mientras la subida es lo más duro y para lo que parece que nos preparamos física y mentalmente, es la bajada la que más riesgo de lesión real presenta, al menos en mi experiencia.

Subir implica un esfuerzo que realizas ayudada por las ganas de llegar a esa cumbre, o ese lago helado en el que sumergir tus músculos extenuados. Subir tiene el aliciente de la recompensa y el esfuerzo llega impulsado y coreado por miles de vocecitas en tu cabeza que te están diciendo que puedes, que ya queda menos, que eres poderosa y que se te va a poner un culo estratosférico. Todo bien.

La bajada, sin embargo, es el momento más engañoso y más peligroso para nuestras rodillas. El coro vociferante está de siesta tras el esfuerzo previo y dan por hecho que el camino de vuelta será indoloro, sencillo y el trámite que se asume en la vuelta a casa. Vas con el piloto automático y relamiéndote pensando en la ducha triunfante cuando… ¡zas! La bajada te la juega muy fuerte y es el momento en el que nuestro cuerpito puede encontrarse más vulnerable, más blando y menos alerta y preparado para las mismas inclemencias que la subida.

Las bajadas en la montaña nos traen disgustos a menudo porque estamos con la mente en otras cosas y hemos dejado de pensar en el camino. Pero bajar es parte de todo. Es el yang de subir. Es tan necesario que si no bajas, ahí te quedas, colgada. Sin sol ya, con el sudor victorioso de la conquista oliendo ya a antiguo y a gimnasio de segundo de la ESO.

En la cumbre el sol se ve esplendoroso, pero dura mucho menos de lo que pensabas.

Las bajadas, los caminos de vuelta, las retiradas, son la parte que se oculta en las pelis de conquista. Son el momento en el que nos vamos a negro en una historia. Son lo que se obvia en toda narración de aventuras. Y los Hobbits volvieron a casa y abrazaron a los suyos… y luego se tumbaron por el dolor de gemelos que tuvieron durante días.

El ego solo quiere subir.

Pero la bajada es el momento más delicado.

Y hay que prestarle atención y hacerlo bien.

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