Las vacaciones son un estado mental. Y el verano un nombre de licor.

Vivimos planificando nuestros estados. Para que queden bien en nuestros discursos. Para organizar cómo debemos sentirnos, cuándo debemos relajarnos y cuándo nos vamos a encontrar mejor.

Haz deporte que te encontrarás bien. Descansa que se pasará todo. Duerme y verás qué bien te levantas. Cambia de escenario y verás las cosas de otra manera.

Pero esto no funciona siempre así. Haces tus maletas y preparas tu viaje para poner tu status vital en modo vacacional.

Pero a veces simplemente eres más feliz en invierno.

Porque la vida no tiene reglas. Y nuestra mente funciona de maneras insólitas.

Disfruta la ultravida. Esa que tiene su propia anarquía. Esa que es la que te ha tocado. La que mañana será otra. La que empieza cada mañana al despertarte, quieras tú o no tener un buen día.

Viaja por viajar.

No te frustres si al llegar a tu destino soñado en tu maleta no viaja la felicidad.

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