Hay madrugadas en las que en vez de lanzarse con alegría hacia el mundo exterior más nos valdría utilizar ese impulso para hundirnos más hacia el fondo del edredón para descubrir si hay más allá detrás de las dobleces de la funda nórdica…
Yo creo que mi funda nórdica no tiene final: tiras y tiras hacia arriba y sigue apareciendo más y más extensión de tela con la que taparte… Eso sí, solo tela, porque el edredón sí que tiene una frontera bien clarita, que es siempre más abajo de donde a mí me gustaría que acabase. Enigmas de la humanidad doméstica.
Y podría, debería, haberme quedado ahí meditando si hay más mundos al final de la cama o no. Pero oh tonta de mí, me he empeñado en empezar el lunes con energía. Solo para toparme con un universo hostil que me ha devuelto algo que debo haber hecho fatal en otro momento en forma de catástrofes varias.
La primera: mi casa está llena de virus. Mi garganta y sistema respiratorio están dominadas por el mismísimo demonio, y cada vez que toso parece que surgieran desde las mismísimas profundidades coros de acólitos infernales alabando al creador. Un gusto que da oírme. Pero es que además mi correo también se ha llenado de malvados agentes diabólicos que se dedican a reenviar sin piedad miles y miles de mensajes con contenidos altamente cuestionables a mis contactos. Y a todo esto, yo me pregunto ¿por qué el spam está basado en la pornografía, la viagra y el alargamiento del pene? ¿Por qué no podemos hacer un spam inteligente y reenviar las últimas aportaciones a la humanidad del amigo Punset? ¿O la viñeta del día de Forges? ¿No sería ésta una estupenda solución a muchos de los problemas de insustancialidad del mundo? A mí esto me molaría mucho más, la verdad. ¡Hackers y robots spameros del mundo! ¡Haced de vuestras malas artes una revolución cultural!
La segunda: mi hija ha decidido esconder sus «herramientas escolares» y a las siete y media de la mañana he tenido que rastrear mi casa de arriba a abajo en busca de su taza rosa antigoteo . Infructuosamente, he de decir. Y eso que he sometido a interrogatorio a la interesada desde que la he sacado abruptamente de sus casi doce horas de sueño. Pero ella, mirándome tiernamente con sus enormes ojos azules, se ha limitado a darme un lametazo en todo el careto como única respuesta. Bien. No tenemos taza antigoteo hoy. Hoy no cumplo el mandatorio del pack «guarderíl» de cada lunes compuesto por: baberos mil marcados por detrás con rotu con su nombre; baby marcado con rotu y con manchas de pintura de colores que no saldrán nunca porque aunque en la guarde dicen que son lavables, debe ser que mi agua y detergente y frotamientos varios no tienen la autoridad suficiente como para que las témperas especiales para niños decidan desaparecer de nuestras vidas; taza rosa antigoteo con su nombre marcado con rotu y que hoy debe estar de excursión, descubriendo el mundo exterior (enhorabuena, amiga, mándanos una postal y traénos algo cuando vuelvas); y sábana bajera de alta calidad y gomitas elásticas, ilustrada con un dibujito personal e intransferible pintado por una servidora para que la niña sepa dónde debe tirarse a la hora de la siesta y no lo confunda con el de sus compis de fatigas (algo que no creo que agradezcan los demás pequeños, ya que mi hija es de las últimas en dormirse y según me cuentan, se dedica a despertar a los afortunados que ya dormitan su merecida siesta. Angelito).
Sábana que oh, la tercera, he olvidado al salir de casa debido a la intoxicación y a la precipitación con que hija y madre hemos salido de casa debido a la calcinación de un apetitoso arroz blanco que estaba yo en proceso de cocinar mientras buscaba la taza, vestía a mi hija y terminaba de recoger un poquito la casa para dejarla presentable en caso de que se presente alguien sin avisar… Se ha formado tal humareda en mi domicilio que hemos tenido que sacar corriendo la olla incendiaria al patio sin ni siquiera intentar salvar algo del chamuscado arroz (parecía poco probable que quedase algo medianamente comestible). Y mientras mi hija me imitaba sacudiendo los brazos a la manera helicóptero para intentar sacar el humo pestilente de la cocina ha tirado la caja de las pinzas de la ropa que, evidentemente, no estaba donde debía, y que ha acabado inundando con un mar de colorines el suelo y con nosotras dos de rodillas jugando al «a guardar» y tosiendo mil demonios entre el humo condenado y los virus estos que me ha pegado mi niña del alma.
Tranquilos todos, no os abalancéis a los teléfonos de urgencias. Las interesadas no hemos sufrido daños, si bien mi estrés ha alcanzado esta mañana unos límites fuera de lo permitido por la Agencia Mundial de Estreses Mañaneros. Y si hay que buscar víctimas, puede que la taza entre en la lista de desaparecidos, le daremos 48 horas para llamar a las autoridades y bajar a la farmacia a comprar el reemplazo.
La casa sigue en pie, Santo de mis entretelas, y es probable que en el barrio nos miren mal durante una temporada debido a ese olor que hemos extendido entre nuestros amables vecinos. Pero bueno, tienen mucho que callar por esa zona, tanto negocio ilegal seguro que es motivo suficiente como para no tomar represalia contra nuestra humilde e inofensiva unidad familiar. Espero…
Jo. Yo iba a quejarme porque lloviznaba un poco. Me siento pequeñita al lado de tu lunes morning. Fuerza contra los virus, los humos, el arrozquemao y las témperas, compañera.
Jejeje, es que ha sido un poco zarrapastroso el momento… pero podía haber sido peor. Así que no me quejo, no vaya a volverme el karma más fuerte aún.
atención pregunta: he quitado el gas al arrojar el arroz carbonizado al patio?????
has tirado el arroz al patio como arma de destrucción masiva de plantitas?
qué poca madre, Mo
mis plantas sobrevivirían eso y mucho más, que para eso son a prueba de ignorantes como nosotros, pero no, aaaa, no podría haberlo tirado porque está incrustado cual caparazón negruzco en la pobre olla…
jajajaja
La próxima vez si viene alguien sin avisar que se ponga a recoger la casa!!
jejeje, eso! y que me traigan el arroz ya hervido!!
y un vaso antigoteo!!!!!