#VDLN: Infancias re-felices

Todos queremos infancias felices para nuestros hijos. Del tener un coche y una segunda casa en la playa hemos pasado a que nuestros hijos sean felices como destino final (que no digo que la generación de nuestros padres no lo quisiera también, pero no estaba en su hoja de ruta).

Y salvando que es un objetivo loable buscar una vida mejor para nuestras criaturas, creo sinceramente que es algo imposible, además de objetivo errado.

Tal vez estamos demasiado preocupados por lo que los expertos consideran que es bueno, y lo que es malo. Tal vez dejamos que nos afecte demasiado lo que opinan los demás. Tal vez nos olvidamos de que el caos también es necesario. Los errores, los desacuerdos, los problemas y los callejones sin salida típicos de la vida. Que las certezas son como una vida Pinterest, bonitas para la foto pero cartón-piedra para sobrellevar el día a día.

Tal vez deberíamos pensar que ser feliz es algo subjetivo, temporal y diferente para cada uno. Que cada uno, en nuestra propia «Elige tu aventura paternal» apostamos por un camino distinto: más cosas, menos cosas, que no se aburran, que se aburran mucho, que pasen mucho tiempo con nosotros, que conozcan la introspección, que hablen chino y alemán desde el año, que no aprendan a leer hasta los seis, el monstruo de seis cabezas, la muerte segura, esas cosas…  En realidad nadie lo sabe con seguridad (bueno, a lo mejor, sí, y no me he leído aún ese libro, perdónenme, que gurús hay en exceso). Lo que sí tengo muy claro es que en nuestra búsqueda de la infancia re-feliz o feliz plus (porque feliz se nos queda corto para nuestros pequeñitos), nos metemos en los vericuetos del estrés añadido, la frustración, de la insatisfacción por ese objetivo inalcanzable.

No sé, la verdad es que yo no tengo ni idea de nada, ni siquiera sé cómo quiero el café cada mañana, así que aspirar a que mis hijos crezcan sin taritas y rebosantes de luz y unicornios me parece más difícil incluso que entender las pelis de Haneke. Supongo que en el reparto de taras compartirán las mías, las del santo, tendrán las suyas propias y aprenderán a querernos cuando se hagan mayores y se den cuenta de lo tontacos que somos, después de todo.

Y vosotros ¿tuvisteis una infancia feliz?

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