Realidad aumentada: la metamorfosis de las mallas

Pensaba escribir una reclamación furibunda sobre el estado calamitoso de mi barrio (pendiente queda), pero hete aquí que en una de éstas, y por casualidad, me he mirado al espejo. Y sorprendida, no gratamente, he soltado un ¡Hosti tú! (nótese el efecto pocoyizante que hemos de insuflar al vocabulario soez) Y a ti, ¿qué te ha pasado? 

La respuesta a esta sencilla pregunta tampoco es que sea nada compleja: ya no voy a trabajar y eso, amigos, se nota más allá de en la cartita de la Vida Laboral que te manda la Seguridad Social. Así pues, el que yo me haya metamorfoseado de lo lindo con mis convecinos raciales adoptando (casi) la muy cómoda, aunque denostada, costumbre de ir en pijama y bata al Ahorramás va a ser que viene derivada del hecho que me paso parte del día solica en casa, y la otra parte hundida en un arenero mientras mi criatura me echa, pala en mano, arena por encima (arena gustosamente condimentada con una buena ración de colillas, chicles y demás cochinadas varias). Vamos, como para ponerse el último de Chanel. Pues no.

Sigue leyendo