La seguridad…

Ya no existe.

No la busques porque es algo que solo teníamos cuando éramos niños, cuando nuestros padres nos arreglaban los desaguisados, cuando nos sacaban de apuros y aún así nos seguían dando el beso de buenas noches.

El espejismo de la seguridad va desapareciendo al envejecer. Al madurar. Al hacernos independientes. Al hacernos responsables de nuestro destino.

No la busques en las cosas. En la ropa. En los zapatos. O en ese abrigo que está tan de moda. O en la talla 38.

No está en tu pareja, ni en tus hijos. No está en tus amigos. Ni siquiera puedes estar seguro de lo que tú mismo vas a hacer mañana al levantarte.

Porque la seguridad no existe.

Y vivimos en el quizás. En el podría ser. En el hagamos lo que hagamos, cerremos los ojos y saltemos.

Saltemos. Arriesguemos. Juguemos. Vivamos. Saboreemos el dulzor de los días cálidos pero también los tragos amargos y el sabor a sangre de una buena caída.

Caigámonos.

Y sigamos adelante.

Porque no hay seguridad. Ni red que nos recoja.

Solo nuestros días como prueba de que existimos. De que merece la pena lo que hacemos.

Y al llegar nuestro último pestañeo, ese que nos hará eternos, ese que nos hará mejores, sabremos que la seguridad estaba ahí, esperándonos…

Duelos

A veces los duelos hay que vivirlos en ausencia, en contraste, en los demás, en los que lo sufren en ese momento. Por empatía, o por simpatía. Por amor. Por pena. Por ser.

No sé si será el calor, el vacío que ha dejado mi muela en mi vida (adiós, muela, adiós) o que la neurona ya necesita descansar y humedecerse en la piscina, pero hoy, al escuchar al pobre Nick Cave, compartiendo su duelo y el de aquellos a los que quiero,  me he hundido aún más en el estado vegetativo. Así que, después de tender la ropa, que lo etéreo no quita lo banal, voy a dejarme llevar y a disiparme. O a hacer un flashback a otra vida más contemplativa. O a meditar sobre los efectos del Ibuprofeno y otras hierbas.

Que me perdone el mundo, pero hay días en los que para ser, es mejor dejarse intuir que estar…

Ese ritmillo…

Lo llevas puesto en la cara cuando sales por la puerta. Te mueve los pies mientras bajas las escaleras del metro. Te empuja mientras cruzas la calle con la mirada fija en el suelo. Sube tus hombros como un saludo al encontrarte con ese al que conoces y detestas. Retuerce tu cintura al girar la esquina.

No hay nada más que te haga seguir andando. Nada como ese escalofrío azulado que recorre tu espinazo al escucharlo.

Es el ritmo.

Es la música la que te pone en movimiento. Y sin música no habrá nada.

Yo para Reyes me pido…

Ser capaz de hacer una sola cosa cada vez.

Tiempo para leer más. Leer mucho. Leer muchísimo.

Tiempo para escribir más. Escribir mucho. Escribir muchísimo.

Desconectar el móvil más a menudo.

Yo para Reyes me pido seguir soñando.

Me pido ver las cosas desde otra perspectiva. Darles la vuelta, o darme la vuelta yo.

Me pido salirme del papel mientras dibujo, y mientras pienso.

No frustrarme ante puertas cerradas. O ante portazos.

Y no gritar.

Y reír más. Reír mucho. Reír muchísimo

Feliz 2015

Donde la vida nos lleve…

– Oh, dios mío, pero…¿qué es eso que vuela?

– OMG, ¿es acaso un avión? ¿o un pájaro?

– ….

No, amiguitos. Eso que vuela por encima de nuestras cabezas, y que si pudiera nos cagaría con ganas, no es el cachitas Superman, ya sea de la versión cinematográfica que sea. Sea lo que sea no es un superhéroe embutido en mallas xxs. Tampoco es un jet privado ultrasónico de algún ricachuelo ruso o árabe que se ha desviado para ir a las rebajas estivales. No caen billetes de 500 a su paso, lastimica de nosotros.

No. Eso que nos sobrepasa a la velocidad del sonido y que cualquiera diría que es que ha quedado con alguien por las prisas que lleva, es mi vida. La muy perra…

Y es que mientras ella se pira por derroteros y alturas «unexpected», a mí se me pone el culo gordo y cada vez me cuesta más, y más y más y más, alcanzarla y coger las riendas de esta locura de existencia. Y en días como hoy, o en semanas, o en meses, o en años como este, me pregunto qué estoy haciendo para tener cada vez más vértigo…

Si veis a mi vida pasar por ahí, decidle que se venga anda. Que ya está la cena…

El aguante

Aguantamos, aguantamos…

Hay cosas que no deberíamos tener que aguantar, y en esta canción se mencionan muchas de ellas.

Pero más allá de todo lo que nos pesa y nos oprime, me quedo con la fuerza que escondemos tras nuestras debilidades y caídas.

Aguantamos porque somos más fuertes.

Y en algún momento, los pueblos, las personas, todos, nos levantamos. Y luchamos.