Emprender con bebé a cuestas

Así todo el día...
Mucha gente me pregunta cómo me las apaño para sacar trabajo adelante con un bebé de casi nueve meses adosado en mi chepa o a cualquier otra parte de mi cuerpo durante todo el día.

Porque, para quien no lo sepa, este bebé no es una criatura, este bebé es mi sombra. Está pegado a mí las 24 horas del día, salvo ratillos en los que consigo soltar la ventosa y despegarme de él para ir a buscar a la bestia parda al cole.

Y que conste que yo encantada, oigan, que estoy disfrutando de este pequeño monstruo como una petarda, pero vamos, que el momento en el que, de repente, me doy cuenta de que, por casualidad, me veo una mano libre y vuelvo a ser bípeda, me entra el estrés frenético de mujer emancipada y empiezo a hacer miles de cosas a la vez: depilarme mientras me hago la manicura, me exfolio, leo un libro sobre horticultura y hago unas cuantas posturas del loto, la garza y no sé qué animal más de esos de relajación…

Bueno, la cosa es que vivo con un ser de nueve kilos «averrugado» a mí, más una de casi cuatro en plan rebelde semi-adolescentoide. Y como además de eso, que ya merecería una vida entera, intento trabajar y que, además, mi santo no me tire un ladrillo con una nota para poder comunicarse conmigo, al final voy haciendo malabarismos y trucos de magia para no morir en el intento.

Pero sobre todo, después de estos meses experimentando en mis carnes la conciliación más radical, y de darme contra la pared varias veces por zopenca y obstinada, he sacado las siguientes conclusiones, flojas, por supuesto, y muy mías, así que seguramente erróneas, sobre sacar adelante tu negocio con bebés a tu cargo y no morir, al menos de una manera muy dolorosa, en el intento.

– Conviértelo en parte del negocio: De hecho, si estoy en todo este  lío es para poder pasar más tiempo con el gordo y con la bestia parda. Así que, lo mejor es integrarlos en mi filosofía de trabajo, en mis reuniones, en mis eventos y en todo lo que hago. Suerte que tengo que el bebé es muy portátil, que porteo que da gusto y que mi santo me ayuda, pero oigan, también me dan mucha fatiguita, que irte al centro de Madrid a una reunión con un bebote gordo a cuestas, con lo mal que está el metro en plan de accesibilidad, ains, no les digo nada y se lo digo todo…

Al bebé le llevo a todas las reuniones y acude como un socio más. Normalmente suelo avisar de que acudo acompañada para evitar sorpresas desagradables (más que nada para que las caras no sean demasiado largas, aunque hasta ahora nunca se ha dado el caso), aunque, francamente sería mucho más fatídico acudir con un socio en pleno coma etílico, o al que le huele el aliento o un maleducado impresentable. Mi bebé es un amor (no es porque sea el mío, pero quién lo niegue que venga y me lo diga a la cara, je) y doy fe de que es mucho, muchísimo más agradable, e incluso aporta más, que muchos con los que he coincidido en reuniones de negocio.

He de decir que el momento dar el pecho en plena reunión por imposición de mi socio lactante puede ser una prueba de fuego para la negociación. Pero ¡ah! las cosas están cambiando y bueno, ¿qué tal empezar ahora?

–  Impón tú el ritmo: Aquí va una píldora de pseudo-sabiduría que sé que comparto con amigas emprendedoras y que me encantaría plasmar en lo que hago. Como mi negocio comparte mi tiempo, escaso, con mis hijos, tengo muy claro, clarísisissisimo que lo primero es lo primero. Y que las prisas son muy malas amigas. Así que combinando ambos conceptos, llegamos a la máxima que intento que prime sobre todo: a mí me va el slow business, trabajar a un ritmo pausado, dedicando el tiempo necesario a cada cosa, incluídas las criaturas adosadas y lactantes, o escribir un email sin faltas de ortografía por ir corriendo. Intenta hacer una cosa cada vez y no atiendas llamadas de teléfono de trabajo si estás en medio de una discusión con criatura.

A ver, esto es como todo, las mujeres somos muy multi-tareas y podemos cambiar un pañal mientras cerramos un acuerdo de colaboración. Pues claro que sí, y eso nos convierte en unas reinonas de las de trajes de plumas y plataformas de dos metros. Pero sí que debemos ser ahorrativas con nuestras fuerzas, dedicar las energías necesarias a cada cosa, y priorizar en qué volcamos nuestro empeño. Si estás montando una empresa, esa tarea puede absorber todo tu tiempo, más del que tienes. Y eso es incompatible en principio con un bebé, que es un «saca-cuartos» energético de lo mejorcito. Así que, ahí nos vamos al siguiente punto…

Acepta el momento, disfrútalo y sé paciente contigo misma: vamos, que lo mejor es no frustrarse porque está claro que con uno o varios niños pequeños, si queremos pasar tiempo con ellos, y además trabajar en tu propio proyecto, hay que asumir, y cuanto antes lo hagas, mucho mejor, que NO PODEMOS LLEGAR A TODO. Y punto. Fuera frustraciones, culpas y enfados porque el día no nos dé más de 24 horas, porque nos hemos olvidado del día en que tocaba disfrazar a la bestia parda o mandar ese email super, super, super, super, megaimportantedelamuerte sin el cual el mundo se va a la mierda. No señores, nada se va a la mierda si no mandamos ese email así que no nos toquen las amígdalas.

Y esto lo digo porque después de meses alternando entre el autofustigamiento, los mea culpa, los quémalamadresoy, y el no valgo para esto de emprender, llega un momento en el que te das cuenta de que lo importante, lo realmente importante es encontrar ese punto medio en el que te perdonas por tus errores y te das margen para que las cosas vayan más despacio (ya compraremos Google cuando se pueda, coñe) y para disfrutar como toca a ese ser babeante y gritón que se está comiendo tu cuaderno de apuntes a tu lado mientras escribes esta reflexión floja.