A hostia limpia

A veces nos olvidamos de que somos nosotros nuestros principales contendientes, a los que nos enfrentamos cada día.

Hoy, cuando he visto el vídeo de Sia de Elastic Heart me lo ha recordado al instante. Esa jaula en la que los dos protagonistas se dan de leches de manera lírica, también me vale para mi propio yo, y la lucha interna a la que día tras día me someto.

Y nos empeñamos muy a menudo en focalizar nuestras energías en los demás, cuando la realidad es que ahí, encerrados y en un tira y afloja constante y permanente, estamos nosotros mismos. Y nuestras circunstancias.

A lo mejor si visualizásemos más a menudo esta lucha interna dejaríamos de perder tanto tiempo enfrentándonos a quién sabe quién. Cuando el que se merece una buena patada en la boca a lo mejor eres tú mismo… O no. Que a veces tenemos razón, qué leches. Pero desde luego, en nosotros siempre empieza la lucha y deberíamos ser el primer sitio en el que buscásemos el origen de ese malestar, ese problema que nos encontramos, de la mayoría de nuestros disgustos y crisis.  En nosotros y en nuestras expectativas, nuestros deseos, nuestros auto-engaños está la respuesta la mayoría de las veces.

Qué falta nos hace conocernos mejor para saber de qué somos capaces, cuáles son nuestros límites y cómo podemos superarlos. Qué falta nos hace dejarnos de autocomplacencias y vendas en los ojos. Qué falta nos hace ser autónomos (no en el sentido fiscal, por dios) y no depender de que nadie nos diga cómo somos y qué necesitamos para seguir andando…

Esto lo veo mucho ahora que se lleva tanto el autoempleo. Y el tan traído emprendimiento (hasta el moño, por cierto, estoy de esta moda tan fashion). Porque, en realidad, lo complicado no es poner en marcha algo y que funcione (algo que en nuestro país está mucho más negro gracias a la política fiscal que graba a los autónomos y pymes). Lo realmente chungo es tomar decisiones por uno mismo y no depender del jefe o la jefa de turno para tomarlas por ti.

Porque lo chungo es llegar a conocerse de verdad. Y dejar de estar a hostia limpia con los demás. O con nosotros mismos.