Mientras preparo mi VDLN para mañana, me salen los pensamientos así a borbotones al leer este post de Patricia Araque sobre la startup tranquila y sobre todo esta entrevista que mencionan a David Heinemeier, fundador de Ruby on Rails y de 37signals además de experto sobre este tema, sobre su visión del riesgo y cómo está afectando a las startups en general.
Él opina que no es necesario arriesgar el todo por el todo a la hora de crear una empresa, que no es imprescindible ni sano sufrir para sacarlo a toda costa, y que no deberíamos olvidarnos de nuestra vida personal. Es una entrevista fantástica, llena de sensatez basada en la experiencia, y que, en serio, según la he ido leyendo casi se me saltan las lágrimas de emoción de outsider.
Por fin alguien que habla en voz alta sobre ir contra corriente, que el objetivo no DEBERÍA ser multiplicar por 1000 los ingresos en infinitas rondas de financiación en las que, por dios, ¿dónde sacas el tiempo para trabajar y hacer eso que querías hacer en un principio? Y además, no nos engañemos, salvo que te vaya la marcha, es, como diría mi querida Olga de Olga y Antuan, un coñacito pero de los buenos (al menos para mí!).
A ver si nos entra en la cabeza que no TODOS los proyectos emprendedores son iguales, ni deben serlo. No todos se crean con la idea de venderlas y crear otra nueva, para venderla a su vez, y volver a crear otra para seguir el ciclo de la startup… Resulta que ese círculo no es para todo el mundo que empieza un proyecto, que no todo el mundo quiere pasar por pitch elevator, buscar business angels, rondas de financiación, el break even, las aceleradoras y los que no tenemos por qué sabernos toda la terminología emprendedora para hacer lo que nos gusta y que no obligatoriamente pasa por ese proceso ya casi paquetizado y de serie de emprender, que ya es casi como montar un mueble de IKEA, y que no vender, ni tener socios capitalistas, ni ser escalable son síntomas de fracaso.
A todos nos ha pasado. A mí misma se me ha planteado muchas veces la ocasión de meterme en esta vorágine loca de números y carreras frenéticas para llegar a cifras que satisfacen las necesidades siempre de otros, no las mías, os lo aseguro. He hablado con inversores, con business angels, sobre procesos de crowdequity, de financiación, he estado a punto de vender (y perder) mi empresa, he optado a créditos y ayudas… He ido cogiendo caminos, que, en principio, eran de paso obligatorio para llegar a algún sitio que todo el mundo me decía que era al que tenía que llegar: el éxito. A fin de cuentas, ellos saben y TÚ NO (y ya se encargan ellos de hacerte partícipe de esta observación así sutilmente jjjj). Eso sí, a costa de hacer algo que a mí, personalmente no me satisfacía en absoluto, sacrificando además de mi tiempo en familia y vida personal, más aún, mis propios recursos, y encima perjudicando enormemente a mi trabajo, que sobre todo en la fase inicial de la empresa era el 100% mío y no contaba con nadie más.
Así que, pese a «pecar» de cabezona obstinada y de ilusa ignorante, y de dudar cada lunes por la mañana de ir tomando las decisiones acertadas (algo que nadie sabe a ciencia cierta) he ido desestimando una a una todas las opciones que implicaban algo que el amigo David alude muy certeramente en su texto: el riesgo y el sufrimiento. Ojo, que arriesgar he arriesgado y mucho, especialmente al principio y hasta empezar a tener ingresos. Y también he sufrido y mucho, para sacar adelante algo en base únicamente a mi instinto y no a manuales de MBA. Pero este sufrimiento y este riesgo estaban dentro de lo asumible, de aquello con lo que me he sentido cómoda y que podía controlar. ¿Corta de miras? Puede ser. ¿Me voy a hacer rica? Salvo que me toque la lotería, lo dudo. ¿Duermo bien? Muchísimo.
Y bueno, nadie dice que lo que yo he decidido sea lo correcto. Pero os aseguro que el éxito es algo tan relativo y tan personal que no podemos medir nuestra empresa, nuestro proyecto en función a cifras y métricas que otros califican como exitosos.
Simplemente porque, a lo mejor, para mí, vivir de mi «slow business» junto a un equipo creado en estos años, y sentirme feliz y cómoda con lo que hago, pudiendo dedicar tiempo a mi familia y a mi vida personal, a colaborar con causas que me mueven y me inspiran, y seguir teniendo ganas de hacer cosas nuevas y mejores cada día, es la medida de mi propio éxito, sin necesidad de ser un unicornio, o un genio de las finanzas.
Y con esto no digo que otros modelos no sean correctos o satisfagan a quien los pone en marcha. Supongo que tiene que haber de todo, ¿no? Lo que digo es que NO TODO EL MUNDO debe pasar por el mismo proceso ni los mismos resultados para sentir que está sacando adelante algo con buenos resultados. Que ser multimillonario puede ser un objetivo muy válido, pero no es universal, y no debería ser la medida de la realización personal.
Que no os vendan motos, ni unicornios. El éxito pasa por hacer lo que quieras, y a tu propio ritmo.
Y ahora os dejo, que tengo que tender una lavadora 😀 ¡Hasta mañana!
Pd. Este post es del 2016. En el 2020 que repaso este texto sigo opinando lo mismo. Y más aún. Puedes leer esto con un resoplido de fondo.