Nunca he sido muy de concursos. Me puede la pereza existencial, normalmente.
Y eso que mi madre se apuntaba a tooooooodos los que se cruzaba a su paso. Llamaba a la radio, nos hacía llamar bajo amenaza de no hablarnos en una semana a mi hermana y a mí, que como buenas adolescentes descastadas protestábamos con bufidos y el típico «jooo, mamaaaaaaaaaaa», pero que acabábamos llamando a esos concursos de maris y coplas de Radio Móstoles o de Onda Alcorcón…